Perfumes
Padre Pedrojosé Ynaraja
Comentaba la semana pasada que había encargado 5gr de corteza
del árbol de Aloe, cuyo importe había sido de 27€. Me ha llegado y he quedado
sorprendido de su fragancia. Ocurre con frecuencia que el fragmento de un
vegetal apenas huele, uno esperaba inmenso aroma y al querer comprobar el
perfume queda decepcionado, es preciso disolver la esencia para apreciar su
agradable efluvio. En este caso las virutas desprendían un suave olor que uno
recordaba haberlo percibido en diversos productos cosméticos.
(He puesto estas cortezas junto a granos de mirra y he olido.
Quería unirme a lo que percibiría el de Arimatea en
el momento de comprarlos. Lo que olería, sin duda, el sepulcro. Lo que le
pareció insuficiente a la de Mágdala y se apresuró
antes del amanecer del día del sol a completarlo con sus esencias líquidas con
las que pensaba ir rociando el Cuerpo de su Señor amado)
Metido en estas lides, he creído que podía extenderme en este
mismo campo, sin salir del ámbito de alguna manera bíblico, del que no deseo
alejarme.
LOS PRINCIPIOS
Hay que referirse a los principios. Aprendemos en la escuela
que los sentidos del hombre son cinco: vista, oído, tacto, gusto y olfato. El
quinto no solo es el benjamín, sino también el generalmente olvidado o
menospreciado. Se considera que el perfume pertenece al ámbito del lujo y del
derroche. En la antigüedad no era así. Entre otros motivos que exigían la
costumbre de su uso era evitar la ofensa del olfato de los demás con la
satisfacción de este sentido. Hay que recordar que los usos personales
higiénicos de aquellos tiempos distaban mucho de los actuales nuestros. La
compañía de una persona podía causar cierto molestar debido a su mal olor. Para
evitarlo era preciso camuflarlo impregnándose de substancias, generalmente
vegetales, que destacasen más que el que pudiera desprenderse de sudores
corrompidos. Más que suprimirlos, los ahogan
SATISFACCIÓN Y GOZO
Pero el perfume no solamente puede servir para esconder malos
olores, él en sí resulta satisfacción y gozo. Cuando uno toma en sus manos
cualquier parte de una planta de lavanda siente una gran satisfacción. Si uno
se mueve en cierta época del año por tierras de la Provenza, famosa por sus
extensas plantaciones de alhucema, espliego o cantueso, entre otros muchos
nombres que recibe la planta mencionada, no sabe que más le satisface, si el
tono intenso, violeta precioso de sus flores, diminutas pero presentes a
centenares en cada ejemplar, o el encantador perfume que desprenden.
LAVANDA
El aroma es satisfacción humana. Cada día al acabar la misa
en el Cottolengo, antes de partir para mi domicilio,
froto mis manos en un ejemplar de lavanda que crece al lado de la puerta de la
iglesia. A la satisfacción de haber celebrado la misa, y con tal preciosa
compañía, complemento con el perfume que me acompañará durante la vuelta. Nunca
he visto ningún perro que se acerque a olerla, tampoco ningún gato. Son otros
los olores que a los animales les interesan. (feromonas
aparte).
Estas consideraciones me llevan a otro terreno. Dadas las
apreciables satisfacciones de estos ingredientes, el hombre pensó en la
oportunidad de ofrecerlas a sus divinidades y así lo hizo. Israel no olvido el
gesto de quemar resinas aromáticas en el altar i en los sagrados recintos.
EL INCIENSO
La planta especialmente escogida era el incienso. Ahora bien
esta palabra abriga muchas variantes. Para que se me entienda, el término
castellano popular aguardiente, implica, según procedencias o técnicas de
elaboración, diferentes sabores, pero a todos se les continúa llamando
aguardientes. Algo semejante, ocurre con los perfumes sagrados. Y para que no
se crea que lo que digo pertenezca a tiempos pretéritos, digo que hace pocos
días he recibido el catálogo de una empresa especializada en complementos de
iglesia y observo que tienen a la venta más de 50 clases de incienso.
El perfume en el templo era un signo de elegancia, como hoy
en día son las flores que, dicho sea de paso, han mejorado, gracias a cruces
conseguidos por hábiles jardineros, mejores presentaciones, pero tales ornatos,
las más vistosas rosas, por ejemplo, no huelen a nada.
Quemar incienso a un ídolo era gesto de adoración de manera
que ¡cuantos cristianos expresaron heroicamente su
Fe, negándose a hacerlo y consiguiendo con ello la gloria!
OTROS AROMAS
Continuando con el aroma y las flores, recomiendo que quien
quiera gozar en este terreno, acuda a los bosques o a los lindes de los campos,
por allá donde ni herbicidas, ni abono químicos se han echado allí donde los
vegetales viven y se reproducen libremente, luciendo sus galas. Bajo matorrales
o entre la hojarasca, a su debido tiempo, la violeta o la rementerola
ofrece sus mejores y satisfactorios perfumes, sin olvidar el tomillo o la
ajedrea.
Si me he referido a estas mezclas de perfumes, logros de
especialistas, que en la Biblia los perfumistas aparecen en las listas junto a
los técnicos de forja de metales o tejedores y tintoreros, en la actualidad
ocurre fenómeno semejante. A decir verdad hoy en día se recurre a sustancias
sintéticas en muchos de ellos. Al especialista en la elaboración de perfumes se
le llama nariz y según cuentan hay poca gente que goce de buenas cualidades
para mezclar y calcular proporciones que en principio son totalmente
subjetivas. Se me ocurre advertir que entre los más de 80 desconocidos
componentes de la famosa Chanel nº5, entran perfumes
comunes a los propios de plantas que ya el pueblo hebreo ofrecía a Yahvé.
EN LA BIBLIA
En más de 27 ocasiones desde el Pentateuco hasta el
Apocalipsis, aparecen mencionados los perfumes. Debo advertir que como en
aquellos tiempos se desconocía la destilación y los productos aromáticos o eran
sólidos o líquidos espesos, su expansión ambiental se lograba si se trataba de
resinas depositándolos en preciosos braseros que desprendían olor suave olor y
humo (suba mi oración como incienso en tu presencia, salmo 140) o en algunos
casos disolviendo los aceites esenciales en aceite de oliva, elixir precioso
que aparece a veces junto a listas de aromas escogidos y que añadía a la
fragancia la protección, flexibilidad y encanto del contacto con la piel del
que con él la ungía. Llegado aquí, no hay que olvidar la importancia que supone
como atractivo erótico, satisfacción amorosa y encanto de los encuentros entre
amantes.
Advierto que el aroma excita el olfato y este recuerda la
sensación, unido al recuerdo de quien lo desprendía, convirtiéndose así en
reflejo condicionado. Digo esto porque las Iglesias orientales lo han tenido en
cuenta. A la oración litúrgica acompaña siempre el escogido incienso que impregna
vestidos, paredes y rincones. Cuando uno entra en una de estas iglesias,
pensamos de inmediato que huele a oración, que invita su atmosfera a la
plegaria. Para acabar debo advertir que alguna especia que para nosotros es
condimento, en aquellos tiempos era perfume, pienso ahora en la canela, el
azafrán o el clavo aromático.
ILUSTRACIONES
Las ilustraciones, la mayor parte, corresponden a perfumes
adquiridos, elaborados, etiquetados. Las demás corresponden a palos de
incienso, carísimos, comprados en un mercado especializado en los Emiratos
Árabes Unidos. Otros, puede leerse la correspondiente etiqueta, a mirra. Las
cortezas son del preciado áloe al que me he referido. En otro aparece tres
diferentes presentaciones de la mirra.
Lamentablemente, en nuestras iglesias, acostumbra a usarse
incienso barato que, ¡vete a saber cómo y con qué está hecho! y que los
inocentes y sinceros niños que puedan asistir dicen que huele mal y ¿Quién se
atreve a llevarles la contraria?