El fácil camino hacia la
relajación
P. Fernando Pascual
21-6-2019
Aquel monje estaba inquieto
por lo que observaba en los últimos meses. Necesitaba abrir su corazón.
Encontró un poco de tiempo y escribió esta carta a sus superiores.
"Les mando un saludo en
el Señor. Con estas líneas quería manifestar mi inquietud ante algunos hechos
que observo, porque temo que estamos en peligro de relajación, de perder
nuestra identidad como consagrados.
Observo, por ejemplo, un deseo
constante a más descanso, más bienestar, mejores teléfonos móviles, más dinero
para gastos personales, mayor atención a las bebidas, sobre todo a ciertos
productos que son refinados.
Observo también un modo de
vivir la semana como si fuese algo simplemente laboral: 5 días, con un horario
no muy exigente, y luego un largo fin de semana para un descanso completo y sin
trabajos en casa o en las parroquias.
Observo costumbres que antes
no teníamos: salidas al cine para ver películas de moda, a restaurantes para
comer con más refinamiento, a museos como si fuésemos turistas.
En este punto, me duele ver
cómo tantas veces en la diócesis el obispo nos avisa de la falta de dinero para
las mesas de los pobres, cuando en nuestra comunidad hay un goteo continuo de
dinero para estas salidas que no son necesarias.
Observo también un cierto
espíritu de queja cuando se nos pide algún trabajo extra, o contra las personas
que solicitan ayuda espiritual, o sobre los cambios de cargo de un lugar a otro
según las necesidades pastorales.
Observo falta de disciplina a
la hora de levantarnos, o en los momentos que tendríamos que dedicar a la
oración en común, o en detalles tan sencillos como el modo de vestir o de
presentarnos ante los otros.
Observo cómo internet y las
redes sociales quitan tiempo y más tiempo a actividades importantes, como el
estudio, la disponibilidad para acoger a otros en la confesión, la convivencia
con tantas personas necesitadas de apoyo humano y espiritual.
Observo, y esto es lo que más
me duele, que hablamos poco de Dios, que nos preocupamos poco de las
necesidades de la gente, que damos más tiempo a lo que ocurre en el mundo del
fútbol que a las urgencias catequéticas de nuestro tiempo.
Reconozco, ciertamente, que
hay padres en mi comunidad que dan ejemplo de entrega, que buscan ahorrar para
los pobres, que están siempre disponibles cuando llegan peticiones de algún
sacramento. Pero esos padres a veces no son bien vistos por quienes prefieren
una vida más aburguesada.
Sé que, en ocasiones, yo mismo
no soy un ejemplo de entrega, porque dedico mucho tiempo a cosas innecesarias,
porque siento la atracción de un mundo que poco a poco nos engulle y nos impide
seguir a Cristo con alegría y plenitud. La relajación llama continuamente a las
puertas de mi alma.
Por eso, ante esas señales que
indican que hemos entrado en el fácil camino hacia la relajación y la
decadencia en el espíritu que nos legaron tantos buenos religiosos de nuestra
familia espiritual, me gustaría encontrar pistas de renovación.
Necesitamos volver a Cristo,
sentir la belleza del Evangelio, vivir a fondo nuestro ser parte de la Iglesia,
amar a las personas a las que estamos destinadas, reencontrar el sentido
profundo de nuestra vida comunitaria con los votos de pobreza, castidad y
obediencia
Les manifiesto estas inquietudes
con el deseo de encontrar luz y apoyo para renovarnos, en lo personal y como
instituto religioso. Lo necesitamos para ser realmente buenos consagrados. Nos
lo pide un mundo que necesita testigos creíbles del Evangelio.
Aquí les dejo estas líneas por
si fueran de alguna utilidad. Les pido una oración por mi alma, para que pueda
convertirme, para que viva a fondo mi bautismo, para que pueda llegar a ser un
buen discípulo de Cristo, un misionero incansable de su misericordia, un
miembro auténtico y fiel de nuestro Instituto religioso..."