ADQUIRIR Y NO USAR (3)
Padre Pedrojosé Ynaraja
Desacreditar al que guarda cosas diciendo que sufre el
“síndrome de Diógenes”, es manera de hundirlo. La ironía es buena arma, artera,
eso sí, traidora casi siempre. Guardar por si un día puede ser útil a uno mismo
u a otro, puede ser segundo uso, ahorro, austeridad y hasta posible ayuda a
coleccionistas, que puede enriquecer museos. Evidentemente tal conducta, si
fuera general, frenaría el incremento PIB de un país.
Al abandono innecesario de cosas todavía útiles, considerado
colectivamente, se le dan bastantes soluciones. Desde recoger ropa bien
conservada y enviarla a países que pueden aprovecharla, hasta aceptarla,
clasificarla y ponerla a disposición de quien la solicita, es buena práctica
que ofrece Caritas, la perla de la Iglesia en su dimensión humana. La dinámica
de tal proceder, si no se lleva a cabo por personas que lo hacen
voluntariamente, puede proporcionar trabajo remunerado a gente que está en el
paro. Amén de educar en la laboriosidad a jóvenes que por diversos motivos, su
comportamiento es auténtica holgazanería.
Sentirse responsable de la ropa en buen uso y ofrecerla
a un amigo o simple conocido que pueda aprovecharla, sin avergonzarse por ello,
es excelente comportamiento cristiano de ambos.
Adquirir, tener, lucir sin obligación protocolaria, poseer
sin necesitarlo, son pecados de los que a veces no nos percatamos y de los que
nadie acusa. Son culpas que carecen de morbosidad, pero satisfacen la vanidad.
Cuando veo que me adelanta por una provinciana carretera un Ferrari, se me va
la vista, no lo niego, pienso en su tecnología, en sus preciosas líneas, pero
de inmediato reconozco que poseerlo en tales circunstancias, es pecado. Tal
proceder es prostituir la propiedad, en un mundo y momento, que tantos mueren
de hambre, sed, frío y carencia de asistencia médica. (acabaré)
La parábola de los talentos (Mt 25, 14) y la de las minas (Lc 19, 13) contiene la doctrina evangélica más exigente.
Riqueza puede ser belleza, simpatía o inteligencia.