La coherencia en la vida de un
cristiano
P. Fernando Pascual
14-6-2019
Lo experimentamos en la propia
vida y lo notamos en la vida de otros: contrastes y tensiones, contradicciones
e incoherencias a la hora de actuar.
Eso ocurre, por ejemplo, al
poner una atención especial a la abstinencia de un viernes, pero luego desatar
la lengua para criticar a un familiar o conocido.
O al ahorrar en la compra de
unos pantalones, pero luego desperdiciar dinero con un aparato electrónico del
que se puede prescindir sin mayores problemas.
O al buscar momentos para leer
el Evangelio entre semana, pero luego emplear otro tiempo en ver vídeos de
Internet nada recomendables.
La experiencia de esos y otros
contrastes evidencia la multiplicidad de estímulos externos y de movimientos
internos que luchan entre sí y que nos impiden seguir una trayectoria serena y
coherente.
Por eso, ante tantos
movimientos del alma y ante tantos reclamos que nos llegan de todas partes,
hace falta una disciplina interior y una ascesis continua.
De este modo, seremos capaces
de identificar mejor qué me pide Dios en las diferentes circunstancias de mi
vida, qué puede venir de las pasiones bajas o del maligno, cómo superar
tentaciones, y en qué manera seguir las iluminaciones de la gracia.
Habrá, tristemente, momentos
en los que cederemos a un mal consejo, a una pasión desordenada, a un impulso
del egoísmo que nos lleva a preferir el propio bienestar y a dejar abandonado a
quien lo necesitaba.
Pero si de verdad queremos
acoger el Amor de Dios en la propia vida, sabremos pedir perdón, reparar los
daños provocados y volver al buen camino.
En un mundo donde hay tantas
incoherencias y contrastes, la presencia de hermanos que testimonian la belleza
del Evangelio nos ayuda y nos estimula a seguir en el camino trazado por
Cristo.
Es el mismo Maestro quien nos
invita a evitar toda incoherencia: "Ningún criado puede servir a dos
señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y
despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero" (Lc 16,13).
Llegaremos a vivir plenamente
como cristianos cuando, desde la coherencia, aprendamos en cada momento a
buscar cómo hacer nuestra la voluntad del Padre: "Quien cumpla la voluntad
de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mc 3,35).