Un dique contra las
tentaciones
P. Fernando Pascual
17-5-2019
Uno de los grandes problemas
en la vida espiritual consiste en tener grietas que nos llevan a perder
energías, a exponernos a la tentación, a apartarnos poco a poco del buen
camino.
Es una experiencia común de
miles de personas. Un joven ha tenido una buena formación católica en la
familia, en la parroquia, en la escuela. Un día la curiosidad y los amigos le
llevan a entrar en páginas de Internet que le arrastran hacia el pecado.
Un adulto tiene una hermosa
familia, está contento con su vida matrimonial y su trabajo. Inicia a tratar
con otra persona y, poco a poco, crece un afecto que domina el corazón y
acerca, peligrosamente, al precipicio del adulterio.
La lista de situaciones es muy
larga, porque existen muchos peligros, porque el demonio tienta continuamente,
porque vivimos en un mundo que no solo promueve, sino que alaba a los que están
en el vicio (cf. Rm 1,24-32).
Por eso resulta urgente
levantar un dique contra las tentaciones desde un sano realismo. Ese realismo
nos ayuda a desconfiar en nosotros mismos y a confiar plenamente en Dios, según
los consejos de tantos autores (por ejemplo, el P. Lorenzo Scupoli
en su famoso libro "El combate espiritual").
Para ello, hay que preguntarnos,
ante Dios, qué es lo que realmente amamos, cuál es el deseo más íntimo de
nuestros corazones. A veces decimos que somos cristianos, pero en el fondo
hemos de reconocer que buscamos y amamos la gloria, el poder, el dinero, el
placer, y tantos otros engaños.
Si vemos que el alma está
herida por deseos equivocados, necesitamos suplicar a Dios que nos limpie y
purifique, que nos quite "el corazón de piedra" y nos dé "un
corazón de carne" (Ez 11,19), un corazón purificado y fortalecido
(cf. Sal 51,12).
En esa tarea son de enorme
ayuda un serio examen de conciencia y una buena confesión. Porque así no solo
vemos esas zonas oscuras de nuestras almas, sino que las presentamos a Dios y a
la Iglesia para recibir el gran don de la misericordia.
Después, hay que tomar
resoluciones concretas para cerrar grietas, para cortar con ocasiones de
pecado, como pueden ser libros, páginas de Internet, programas televisivos,
malas compañías, y otros lugares donde se hace más fácil caer en el vicio.
A veces cuesta mucho, sobre
todo cuando hay malos hábitos y nos resulta tan fácil volver a la vida de
antes. Pero la experiencia de ser amados por Dios y la acogida de los buenos
hermanos ayudan a romper con todo aquello que nos pueda llevar al pecado.
No basta, desde luego, con las
decisiones para romper con el mal, sino que lo más importante consiste en
correr hacia el bien, el amor, la justicia, la misericordia.
El mundo cristiano es
maravilloso, porque nos permite descubrir a quien es el amor de nuestras almas
(cf. Ct 3,1-4). Entonces le dejaremos transformar nuestras vidas, y
empezaremos a vivir como hijos del Padre y hermanos de los redimidos.
Ser miembros de la Iglesia nos
anima a vivir de modo radical y generoso. Lo que recibimos es inmensamente más
grande y bello de lo que podamos dejar. Las renuncias a Satanás y al mundo que
se renuevan cada año en la Vigilia Pascual son una renovación de lo más
positivo y bello de nuestras vidas: la fe, el amor y la esperanza.