Contradicciones
e eficacia de una partitocracia fallida
Ángel Gutiérrez
Sanz
En tiempos de elecciones los partidos adquieren un
mayor protagonismo, si cabe en el
discurrir de la vida política. La partitocracia ha sido un ingenioso invento que deja contento
a todos, eso de “quítate tú para ponerme yo” da lugar a que unos puedan tocar poder y a
los otros salir de él cuando empiezan a chamuscarse porque no cabe duda que el
gobernar desgasta, sobre todo cuando se hacen mal las cosas y entonces nada
mejor que pasar una temporadita en el
dique seco hasta que los errores y
torpezas de los que llegan hagan olvidar a los electores los desatinos
cometidos por los que se van, según ese
dicho popular de que “otros vendrán que bueno me harán”. Así vamos los españolitos
de tumbo en tumbo, hoy peor que ayer pero mejor que mañana, en un eterno baile de partidos del que no nos
vemos libres. Después de mil intentos fallidos
volvemos a confiar en los mismos que tiempo atrás nos defraudaron y
vuelta a empezar como si nada hubiera ocurrido por aquello de que el hombre es el único
animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Es algo parecido a lo que le
sucediera a Prometeo condenado por los
dioses a consumirse en mil intentos fallidos.
Es un juego pensado para la alternancia en el
poder, donde lo que unos hacen los otros deshacen, sin salir nunca del
atolladero haciéndonos perder un tiempo
precioso que ya nunca podremos recuperar.
Estamos ya cansados de todos los partidos, de sus falacias y promesas
incumplidas. Cansados de que nos mientan hablándonos de un regeneración de la vida pública que nunca
llega, cansados de que el interés partidista se coloque por encima del bien
general, cansados de que la cantidad prevalezca sobre la calidad y de que la
fuerza bruta de las masas anulen a la persona. Cuantas ilusiones frustradas se han ido quedando en el camino durante estos
cuarenta años de partitocracia… Según
hemos podido ir viendo la UCD en un
principio despertó una expectativa inusitada para luego acabar
como acabó. Volvió a renacer la
ilusión con el PSOE y posteriormente con
el PP. para que tristemente tuviéramos que ser testigos de
un escenario de contaminación y corruptelas en que los gobiernos de España
bailaban al son de separatismos de todo tipo, hasta llegar a nuestros días en
que vergonzosamente hemos podido ver como el socialista Pedro Sanchez ha tenido que salir por piernas de la Moncloa
por la puerta de atrás como un okupa
Después de todo lo que llevamos visto es para estar
hasta el gorro de tanta farsa partidista
que ha terminado robándonos a España y
arruinándonos moral y económicamente . La grandiosa España de los nobles ideales con una unidad
de destino trascendente se nos muestra hoy disgregada y errante en manos de un
conjunto de facciones partidistas enfrentadas entre sí, luchando por su
supervivencia. La partitocracia ha acabado con la España gloriosa de otros
tiempos. Después de haberla robado el alma y lo único que quedan son despojos.
España ha dejado de ser España.
No debiera extrañarnos que de forma espontánea
surgiera el movimiento de “Indignados” procedentes de toda las clase y
condición social que en la primavera del de 20 11 se manifestara en la Puerta del Sol y en más
de 50 ciudades españolas al grito de “no nos representan”. Lo raro es que el
pueblo español permanezca anestesiado y no salga a la calle como un solo hombre
a decir a los políticos que ya estamos cansados de ellos, que se vayan y que
nos dejen en paz. Cada vez van quedando
menos dudas de que el mundo de la política es un mundo turbio donde para subsistir hay que
recurrir a las malas artes , pero la gente honesta lo único que pedimos es
vivir en paz donde haya pan y justicia para todos. Aunque yo no participo de la
opinión de quienes piensan que los partidos políticos son mafias organizadas, lo que sí que creo es que en el sistema partidista se dan algunas contradicciones internas que
no son nada fácil de digerir.
No se entiende
por ejemplo que el sistema democrático se fundamente en formaciones políticas
que internamente no lo son. Cualquiera
que haya pertenecido a algún partido político sabe perfectamente que
existe una disciplina de voto que obliga al sometimiento por encima de las
personales convicciones, incluso de los dictámenes de la propia conciencia . Es
la dirección del partido la que marca las pautas y a los militante no les queda otra que agachar la cabeza y tragar porque “quien se mueve no sale en la foto”. Yo me pregunto ¿ Tiene esto algo de
democrático esta forma de proceder? Otra contradicción más la tenemos en el
hecho de que por una parte se nos quiere hacer ver que las formaciones
políticas vienen a ser expresión de libertad política; pero en realidad acaban siendo una maquinaria de conseguir
votos para ocupar un espacio en el arco parlamentario sin reparar en medios
para lograr este objetivo, incluso hasta llegar a la mentira y manipulación,
que como bien advirtiera J. L. Arangur poco se diferencia de la misma represión
y aún puede resultar más nefasta.
Por si fuera poco la partitocracia que supuestamente
debiera estar al servicio de la ciudadanía acaba poniendo
en riesgo el bien común de todos
los ciudadanos ya que por regla general cada partido acaba buscando más su
propio interés que el interés general de la Nación. En este contexto se
inscribe la Oposición Institucionalizada. Aunque parezca increíble, los partidos no
están ahí para remar en la misma dirección
en orden a obtener conjuntamente los mejores resultados para la Nación y el bien general de los
ciudadanos, según reza el dicho de que “la unión hace la fuerza”, nada de esto,
los partidos mantienen una rivalidad entre sí en orden a conseguir el poder, de
modo que el gobierno de turno tendrá siempre
en frente a una Oposición Institucionalizada
cuya misión propia es desplazarle, obstaculizar su acción , poner
palos en la rueda para desgastarle y hundirle de modo que cuanto “peor mejor”,
frase desgraciadamente muy repetida que pone de manifiesta la profunda
contradicción en que está sumida la partitocracia. Es decir que no hay una
conciencia nacional suprema unificadora
de esfuerzos sino al revés para que a unos les vaya bien a los otros les
tiene que ir rematadamente mal
En esta lógica
interna de contradicción nos volvemos a
encontrar con algo insólito como es la ley de Dhondt por la que se rigen los
partidos políticos. Veamos. Después de habernos convencido de la excelencia del
principio democrático de “cada individuo un voto”. Es decir que después de lo
que costó aceptar de que todos los votos debería valer lo mismo, igual el de un
necio que el de un sabio, ahora vienen los partidos a decirnos que el voto ha
de ser proporcional, lo que significa
que los votos emitidos tendrán un valor relativo en función del lugar
donde se depositó dicho voto, de aquí que no
será lo mismo por ejemplo votar en Madrid que en Soria, pudiendo darse
el caso de que un partido con menos votos
obtengan más escaños que otro partido con más votado o que un partidillo regional con un puñado de votos se convierta en
árbitro de la gobernabilidad de un país. Algo que hemos podido ver en el
trascurso de estos cuarenta años agravado con el reciente gobierno de Pedro
Sánchez en que todos los españoles han podido ser testigos de cómo el Estado
quedaba en manos de unos independentistas
presuntamente delincuentes el uno en la cárcel y el otro prófugo de la
justicia. ¿Cabe mayor disparate? ¿ Cabe
mayor escándalo?
La
partitocracia no solo es signo de incongruencia sino que lo es también de incapacidad
e ineficacia como ponen de manifiesto los exiguos resultados positivos
obtenidos y los muchos y escandalosos
casos de corrupción en los que se han visto involucrados en medio de una atmósfera
irresponsable impregnada de un pestilente olor a cloaca . Como el tiempo ha venido a demostrar es poco lo que tenemos que agradecer a la
partitocracia por mucho que la propaganda nos haya presentado la sacrosanta transición como la obra maestra de
unos partidos imbuidos de espíritu patriótico . Ni la transición fue ninguna
obra maestra sino un cambio a peor que hizo que de la España próspera unida, reconciliada y en paz pasáramos a una España empobrecida, disgregada
y llena de resentimientos, ni sus promotores fueron tan patriotas como se nos
pinta. El hecho es que el futuro de
España pasa por los separatismos y no se
ve la posibilidad de que las derechas y las izquierdas formen un frente común
para combatirlos. Con razón uno de los
estadistas más lúcidos de nuestro tiempo dejo dicho “Ni en la derecha , ni en la izquierda está el
remedio … No puede haber vida nacional
en una patria escindida en dos mitades irreconciliables
A parte de los
chalaneos y trilerismos, algunos de ellos inconfesables lo que la partitocracia
ha venido a demostrar es su incapaz de dar solución a los graves problemas de Estado
como lo son el tema catalán, el separatismo
o la integración de territorial. Los partidos políticos han sido también
incapaces de alcanzar un plan educativo consensuado, ni lo van a conseguir
nunca porque cada cual quiere arrimar el ascua a su sardina y en cuestiones de
educación nadie quiere dar su brazo a torcer. En definitiva la partitocracia no solo por su falta de lógica interna, sino
por su inoperancia ha resultado ser como no podía ser por menos un sistema
fallido que o acabamos con él o él acaba con nosotros. Bien mirado sobran
razones para mostrarse crítico con el sistema partitocrático como lo hace Simone Weil en su “ Nota sobre la
supresión general de los partidos políticos” donde se denuncia su carácter sectario,
su funcionamiento disciplinario y
también su objetivo fundamental que no es otro que llegar al poder y mantenerse en el mismo. En
sus páginas puede leerse la frase “Si se confiara al diablo la organización de la vida
pública, no podría ocurrírsele nada más ingenioso” Curiosamente la opinión que los
políticos tienen de los partidos, excepto del propio naturalmente, no es mucho
mejor, solo hace falta escuchar los improperios de los unos contra los otros y
de los otros contra los unos, incluso los mismos ciudadanos no les ven con
buenos ojos a juzgar por las encuestas
que nos hablan de que solo el 25% de los españoles confían en los partidos
políticos . Llegados a este punto, la pregunta
obligada es ¿ Por qué entonces les estamos haciendo el caldo gordo? ¿ No
es esto también una incongruencia?