El
Movimiento Scout
Por Pedrojosé Ynaraja
Esta temporada vivo jornadas
repletas de buenos recuerdos. Recuerdos que no puedo recordar, mi nacimiento, y
otros que sí se hacen presentes y que marcaron mi vida. Me introduje en la
clerecía, “primera clerical tonsura” se llamaba por aquel entonces tal
ceremonia y recibí la ordenación sacerdotal el 17 de otro mes de marzo. Dado
que el sacramento se recibía en el día que litúrgicamente estaba establecido y
en el lugar que el obispo escogía, el acontecimiento se celebraba en una
ocasión y lugar, que fuera propicio para la asistencia de familiares y amigos.
En mi caso preferí que fuera el
día 25, Domingo de Ramos aquel año. Pudieron asistir quienes más quería y me
querían del rango familiar y de la amistad y que me acompañaran,
principalmente, compañeros del movimiento scout que tanto había enriquecido mi
vida espiritual y los de otras instituciones con las que también estaba
relacionado: J.O.C y excursionistas. Fue particular y regocijado, que todos los
que quisieran venir estuvieran invitados. Y fueron muchos, alrededor de 500.
Como animador de la liturgia, destacó el escultismo. Tal particularidad ha sido
la que me ha animado a dar noticia, en este semanal reportaje, del movimiento
scout.
BADEN POWELL
Advierto que voy a prescindir en
cuanto pueda de números y fechas, cosa más propia de tesis doctorales que de la
simple gacetilla que acostumbra a ser mi aportación semanal. Semejante criterio
seguiré respecto a idearios y evoluciones.
Baden Powell fue un inglés que
quedó huérfano de padre en su niñez. El tal progenitor, había pertenecido al
Movimiento de Oxford, en el que también estaba implicado el más tarde
beatificado Cardenal J.H. Newman. Su madre educó a su progenie fomentando la
vida familiar y escolar, complementándola con la convivencia en su mismo
domicilio de personas invitadas que pudieran enriquecer humana y culturalmente
a sus hijos.
Nuestro protagonista se hizo
militar y se distinguió en su madurez con la prodigiosa defensa de la
estratégica plaza de Mafeking, que estaba sitiada.
Vuelto victorioso a la metrópoli y a instancias de directores de colegios
ingleses que habían leído su “Aids to souting”, redactó y publicó “Scouting
for boys”. Sin pretenderlo
y por iniciativa de muchos lectores jovencitos que leyeron tal manual, se
inició el movimiento scout que con suma rapidez se extendió por el Reino Unido
y paso pronto al Continente.
FRANCIA...
MUY ACEPTADO
En
Francia, seguramente, fue donde con más vigor germinó y fue aceptado en el seno
de inquietudes cristianas. Enriqueció en este sentido la aportación del
Canónigo Cornette, del dominico Forestier
y de los jesuitas Doncoeur y Sevin.
La aportación de este último fue más espiritual que ideológica, añadiendo a sus
libros la redacción de diversas canciones de serio contenido humano y
cristiano, que jalonaban las etapas de la vida scout: canto de la promesa,
canción de las patrullas o de oración, antes de irse a dormir. Su “Evangelio
del scout” fue alimento cristiano no solo de los scouts, en mis tiempos de
seminarista, fue para muchos de mis compañeros, útil guión
para la oración mental diaria.
Las genialidades del movimiento fueron aprovechadas por los idearios políticos que por aquellos tiempos empapaban al populacho. La “Opera Nazionale Balilla” italiana, la “Mocidade portuguesa” lusitana, el “Frente de Juventudes” español y las “Juventudes Hitlerianas” fueron buena prueba de ello. El párrafo anterior, sin explicitarlo, situaba en la historia, el devenir del escultismo.