PECADO CLERICAL

Por Pedrojosé Ynaraja

 

Por una serie de circunstancias difíciles de explicar ahora, me veo en la imposibilidad de redactar un artículo de la extensión de los otros días, pero debo ser fiel al hueco que el director me reserva cada semana y me limitaré a apuntar dos cuestiones brevemente, lamentando que para algunos, probablemente, sean ya conocidas.

La gravedad del pecado no es paralela a la vergüenza que socialmente se le atribuye. Si yo un día, por ejemplo, me tomara varias tazas de café y, en consecuencia, caería en un estado nervioso que me impidiese atender a quien me viene a visitar y marchase enojado, mi actitud no sería cristiana, implicaría pecado de gula, pero no se me juzgaría con rigor. En cambio, si me hubiera emborrachado o tomado una droga, sería duramente condenado y me daría vergüenza aceptarlo y solicitar perdón. Puedo un día abusar del café, sin que sienta sonrojo por ello y sin dejar de ser culpable. La situación anímica entorpecería mi ministerio, sería infractor, pero no me turbaría ante la gente. Gravedad y vergüenza no son lo mismo.

Se mencionan comportamientos clericales con rigor, pero no se acude a la raíz de muchas de esas conductas. Le preocupa al Papa el clericalismo y quisiera suprimirlo, pero muchos autores ya comentan que no tendrá tiempo de conseguirlo, dada su edad y lo que le está ocupando erradicar de la Iglesia la pederastia.

Se juzga el celibato como si fuera un compromiso aislado, y es un error. Si una semilla no germina o crece, tal vez sea más que por mala, por la adversidad del clima donde la plantaron o por falta de riego.

Tratad de ser amables y comprender a los sacerdotes con los que tratéis. Recibirán ayuda y les será más fácil a ellos ser fieles a sus compromisos.