NIÑOS
Padre Pedrojosé
Ynaraja
Recuerdo
muy bien como los HH Maristas me prepararon para la 1ª Comunión. Una de las
cosas que nos inculcaban era no escandalizar nunca a los niños. Lo de la rueda
de molino al cuello no lo he olvidado nunca, pese a que no entendiera bien de
qué manera podía yo perjudicar a un compañero.
Siendo ya
seminarista, tendría unos 22 años, atravesando un día un gran llano, nos cubrió
espesa niebla. Iba yo con dos chicos de unos 17 años y decidimos para evitar
peligros, sentarnos y esperar a que la vista del paisaje se hiciera diáfana.
Nos pusimos a hablar sin propósito alguno. Uno de ellos dijo de repente: los
sacerdotes son hombres que no les gustan las mujeres y, como les gustan los
niños, se hacen curas y así cuando confiesan a los chicos se aprovechan. Mi sorpresa
interior fue enorme, nunca había imaginado tal cosa. Afortunadamente los dos
chavales se relacionaban también con un compañero de mi curso y se me ocurrió
decir, o Dios más bien me inspiró: ¿no creerás que Ángel se hace sacerdote por
eso? No, él, no. Y yo, ¿crees que me hago por eso? No, tu tampoco. (Ángel era
un compañero). Me tranquilicé, pero desvié como pude desvié la cuestión.
Pasaron
unos cuantos años para que yo tuviera conocimiento de que existía tal
inclinación. Un día vino un joven amigo desde hacía años y, sin siquiera
saludar, me dijo indignado: Pedro, has de saber, que un chico prefiere recibir
un puñetazo de un sacerdote a que el haga una caricia. Afortunadamente, se
sinceró y la fortuita experiencia que había tenido, se le calmó hablando
conmigo.
Hoy el
tema se ha hecho actualidad. Ha concluido uno de estos días una reunión de
obispos con el Papa, que estudiaron la cuestión, supongo que muy bien
estudiada. La pena del Papa debe ser muy grande, las decisiones que él y los
demás deberán tomar nada satisfactorias. Pero he lamentado que no se dijese
como criterio común e inicial, una sentencia evangélica que dijera algo así
como: quien mira a un niño y consiente desearlo, ya ha pedofilado
en su corazón.