Una caracterización del mundo
moderno
P. Fernando Pascual
20-1-2019
La famosa obra de E.F.
Schumacher "Lo pequeño es hermoso" ("Small is
Beautiful: A Study of Economics as if People Mattered", publicada
por primera vez en 1973) ofrece, en parte II, capítulo VI (El mayor recurso, la
educación), un elenco de ideas que circulan y caracterizan lo que conocemos
como "mundo moderno".
Schumacher reconocía que no
estaba ofreciendo una lista completa. Se limitó a las que consideraba como
"ideas principales", las cuales estarían en conexión con el siglo XIX
y dominarían (según su opinión) en "las mentes de las gentes
educadas".
¿Cuáles son esas ideas? La
primera se refiere a la evolución, vista como un proceso que habría permitido,
de forma natural, el surgimiento de formas elevadas de vida desde formas más
bajas.
La segunda idea se refiere a
la competencia (o competividad), relacionada con las
ideas de la selección natural y la supervivencia del mejor dotado, que
explicarían "el proceso natural y automático de la evolución y el
desarrollo".
La tercera idea supone que las
expresiones o conquistas consideradas como las más elevadas de la humanidad
(religión, arte, filosofía...) serían simplemente "una superestructura
erigida para disfrazar y promover los intereses económicos, siendo toda la
historia de la humanidad la historia de la lucha de clases" (algo
defendido abiertamente por Marx y sus seguidores).
La cuarta idea surge desde
Freud, que interpreta las expresiones típicas del ser humano como
"maquinaciones oscuras de una mente subconsciente", y que pueden ser
explicadas como el resultado de "deseos incestuosos no satisfechos durante
la niñez y la temprana adolescencia".
La quinta idea consiste en el
relativismo, "que niega el absoluto, disuelve todas las normas y patrones
y conduce a una indeterminación total de la idea de la verdad sustituyéndola
por el pragmatismo".
La sexta y última idea es el
positivismo, "que establece que todo conocimiento puede obtenerse sólo a
través de los métodos de las ciencias naturales y, por lo tanto, ningún
conocimiento es genuino salvo que esté basado en hechos generalmente
observables". Esta idea excluye cualquier conocimiento objetivo sobre
significados y propósitos en el mundo.
Después de varias décadas de
la publicación del libro de Schumacher, sorprende constatar cómo esas ideas, en
mayor o menor medida, siguen vigentes en no pocos pensadores de nuestro siglo
XXI, y explican el hecho de la exclusión de la religión, de la metafísica y de
la espiritualidad del alma en muchos ámbitos culturales.
Se podrían señalar otros
aspectos de nuestro tiempo, como ciertas reivindicaciones en función del
respeto a los derechos individuales, orientadas a
contentar a quienes tienen percepciones subjetivas sobre lo que son, sienten y
desean hacer.
Schumacher, desde luego, no se
limitó a una presentación de ideas dominantes en algunos ambientes, sino que
quiso ofrecer caminos para acceder a un pensamiento auténticamente metafísico y
una actitud de búsqueda de aquellas dimensiones que llevan a unificar los
saberes más allá de la promoción de especializaciones excesivas.
En cierto sentido, Schumacher
podría estar bastante de acuerdo con numerosas propuestas de John Senior, un
profesor enamorado de la cultura cristiana y de los estudios humanísticos, que
a partir de su experiencia docente en Dallas publicó dos obras muy
estimulantes: "La muerte de la cultura cristiana" (1977) y "La
restauración de la cultura cristiana" (1983).
Los individuos y las
sociedades no pueden vivir de ideas que los impulsan al materialismo, la
disgregación, la pérdida del sentido profundo, la sustitución de la buena
metafísica por metafísicas materialistas o nihilistas.
Al revés, los individuos y las
sociedades podrán regenerarse solo cuando descubran que hay un centro, un
sentido, y que todo tiene su origen en Dios y se dirige hacia Dios, el único
que puede satisfacer las aspiraciones más nobles de todo corazón humano.