CATÓLICA, APOSTÓLICA Y… PROFÉTICA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Hubo un tiempo que en el territorio
donde vivo, se recitaba el credo añadiendo al símbolo de los apóstoles el
apelativo a la Iglesia de romana. Las reformas de los libros litúrgicos
obligaron a que se suprimiera ya que lo era, como podía haber sido antioquena,
si Pedro allí se hubiera quedado.
Siglos después, pasando la Iglesia
por etapas de viejas estructuras y costumbres caducas, suscitó Dios en la mente
del Papa Juan XXIII el imperativo deseo de un cambio a mejor. Inesperadamente
convocó un Concilio, que nos sorprendió a todos pese a que hacía tiempo que se
estudiaba tal posibilidad. El Papa era ya mayor y no podía desprenderse de
costumbres arraigadas y anunció también para su diócesis un Sínodo. El buen
hombre puso ilusión en ello. Invitaba a sus diocesanos a que lo preparasen con
interés. Sería un inicio, una prueba, una enseñanza para los que de todo el
mundo acudieran al Concilio.
Pensaba uno en las noticias que
tenía de otros sínodos. Eran labores de pura renovación, dentro de la
tecnocracia espiritual a la que le época estaba inclinada. Las noticias de la
preparación en concreto, comisiones, proyectos y decretos, no nos
entusiasmaban, pese a ello se celebró, se clausuró y se guardó con seguridad
sus conclusiones a buen recaudo, que si uno recuerda algunas, son pura anécdota
jocosa.
Llegó el Concilio. Los comentarios
que circulaban a nadie entusiasmaban. Se inauguró y por primera vez en la
historia se pudo ver ciertos pormenores de algunas reuniones por TV. La prensa
especializada explicaba detalles. El Papa no asistía a las sesiones, pero
mantenía contacto desde su residencia. Supimos un día que había bajado a la
basílica a presentar ilusionado el proyecto de un documento, pero la asamblea,
mediante las consultas y votaciones, no aceptó aquella redacción. Y hubo otras
muestras de semejante proceder
¿Qué era aquello? Nos preguntábamos
asombrados. Era un signo de que el buen Papa era un profeta, de lo que tanta
necesidad teníamos.