JMJ-PANAMÁ
Padre Pedrojosé Ynaraja
Mi presente no es el de los demás.
Vivo encuadrado en una fecha y un horario, que no es el del resto del mundo. Me
entero de que en Filipinas han matado a no sé cuántos cristianos que asistían a
la misa vespertina y que en Brasil la rotura de una presa ha provocado la
muerte de más de un centenar de personas. No sé a qué fecha corresponde, que no
será la mía, mientras sigo actos de las JMJ, cuyo horario no es el mío. Soy
fiel a mi programa diario, el que mi vocación me proporciona, personalmente o
por teléfono, simultaneando con la redacción de artículos que llegarán a
aquellas tierras.
Las noticias de aquí son
menudencias, comparadas con las lejanas, pero no las puedo ignorar, son las
próximas, en las que tal vez esté implicado. Acabada la misa de clausura de las
JMJ, creo que en caliente debo escribir sobre lo que bulle en mi cabeza.
Siento envidia cuando contemplo la
gran asistencia y el entusiasmo. Sé que no sería legítimo desvalorizar estas
asambleas. A las de Madrid asistí y colaboré. Más de uno se acercó al
confesonario diciendo: he vivido muy apartado de Dios, o he llevado una vida
mediocre, pero estos días aquí me he dado cuenta de que debo cambiar, por eso
vengo a confesar mis pecados. No eran confesiones rutinarias, eran sinceras
conversiones.
Algunos compañeros dicen de estos
papas que llenan estadios y vacían iglesias, no pienso yo así. Creo que
observando tales éxitos, debo aprender de ellos.
Pero no todo es desconsuelo. El
espectáculo de banderas, principalmente latinoamericanas, me alegra. Por
Internet se me ha dado la posibilidad de evangelizar en esas tierras.
Continente que ilusionó mi juventud, que deseé ir más de una vez, pero me fue
negado el permiso. Ahora la técnica permite lo que impidieron las personas.
Miraba sabiendo que yo he sembrado y que en alguno de los asistentes
seguramente germinó, que todavía crece y me ilusiona. Las palabras del Papa: el
mundo no mejorará porque se conviertan los malos, cambiará cuando aumenten los
soñadores