Cambios y permanencias
P. Fernando Pascual
12-1-2019
Nos sorprenden tantos cambios:
en el clima, en los comportamientos, en las ideas, en la historia humana.
Cambian los precios, cambian
los colores, cambia la salud, cambian las promesas de los políticos (a veces
con una rapidez realmente asombrosa...).
Nos debería sorprender también
la permanencia, el hecho de que haya fenómenos que duran y personas que
mantienen su palabra.
Porque no es algo fijo ni
seguro que mi amigo vendrá mañana a visitarme, aunque lo haya prometido.
Ni es algo descontado que los
trenes seguirán el horario previsto o que unos esposos serán fieles a sus
promesas matrimoniales hasta la muerte.
Por eso, en un mundo donde
parece que todo cambia y que no existe nada estable, la experiencia nos pone
continuamente ante permanencias que merecen ser objeto de atención.
Que una piedra siga donde
estaba por años y años, desde luego, parece algo descontando, aunque ni
siquiera ella tiene garantías de permanencia si alargamos la mirada más allá
del tiempo inmediato.
Pero no es descontado que un
hombre o una mujer sigan fielmente promesas buenas, y trabajen un día sí y otro
también para ayudar a un familiar enfermo o para traer comida y educación a sus
hijos.
La permanencia es, en resumen,
uno de los fenómenos más sorprendentes que nos rodean, porque los cambios, en
el fondo, aspiran también a conseguirla.
Si, además, alzamos la mirada,
descubriremos que existe una permanencia más importante de todo el continuo
devenir cósmico: la del amor eterno de Dios que busca y espera el bien de cada
uno de sus hijos...