Una túnica con agujeros
P. Fernando Pascual
28-12-2018
En su novela "La túnica
sin costura", Maurice Baring (1874-1945) relata
una imaginaria vida dramática, confusa, misteriosa, como la de tantos y tantos
seres humanos reales.
El protagonista, Christopher Trevenen, soñaba de niño con ser explorador. En una ocasión
acompaña a su hermana Mabel de paseo. Se bañan, a pesar de que ella tiene
problemas de salud.
Al regresar donde residían,
una fuerte tormenta los deja empapados. La niña contrae una fuerte pulmonía.
Christopher reza por ella. Al poco tiempo, Mabel muere. Christopher, todavía un
niño, se siente culpable. Toda su vida pensará que había matado a su hermana.
El resto de la novela narra
las decisiones y los cambios de Christopher a lo largo de los años. La trama se
entrelaza con noticias o relatos sobre la túnica sin costura que habría
envuelto el cuerpo de Cristo, sobre la que se habla en momentos clave de la
existencia de Christopher.
"La túnica sin
costura", publicada en 1929, puede ser interpretada de muchas maneras. Una
de ellas aparece varias veces en el mismo relato, cuando Baring
(convertido al catolicismo en 1909) pone en boca de Christopher, unas
reflexiones profundas.
Al pensar en su propia
historia y sus muchos fracasos y decisiones equivocadas, Christopher reconoce
que cada vida es como una túnica sin costura; pero su propia vida, con todos
sus avatares, "está tan llena de agujeros, rasgones, costuras, remiendos y
pedazos, que más parece un guiñapo" (cap. 30).
Quien escucha las palabras de
Christopher, Madame D'Alberg, le hace ver que está
interpretando todo al revés. Los agujeros son parte de la vida, pero con ellos
se teje una historia diferente, que solo se comprende cuando uno adopta otra
perspectiva.
Porque, cuando uno mira la
túnica de su vida del revés, empieza a descubrir cómo la Providencia ha ido
tejiendo tantos detalles, ha ofrecido mil posibilidades de bien y de belleza.
En otro momento de la novela,
Madame D'Alberg afirma: "Mi marido solía decir que
todo hombre, el más insignificante y hasta el más vil, tiene asignada su misión
por la Providencia (...). Nosotros no podemos ver el patrón de nuestra vida,
pero sin duda está bien patente a los ojos del que ha de bordar la tapicería,
(...) no siendo nosotros más que pequeñas cuadrículas del cañamazo del gigantesto tapiz" (cap. 27).
La novela de Baring enseña algo que muchas veces no alcanzamos a ver. La
túnica de cada uno, con sus agujeros, sus "errores", sus cambios
bruscos o sus momentos "intranscendentes", está en manos de Dios
Padre, que puede hacer maravillas con quien confía en su Amor providente.
La existencia del protagonista
de "La túnica sin costura" parece un fracaso completo, hasta los
momentos finales de su vida en los que reaparece nuevamente la misteriosa
túnica.
En esa situación dramática,
Christopher Trevenen recibe, como un don maravilloso
y sanante, el arreglo más hermoso de su túnica
personal y llena de agujeros: la llegada de un sacerdote que le ofrece, con el
sacramento de la penitencia, la misericordia que cura y que permite acoger una
salvación definitiva...