Claricalismo para terminar (y 9) opinion

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

He decidido acabar hoy. Ya que el Papa ha manifestado su desagrado y su convencimiento de que uno de los principales males de la Iglesia actual es el clericalismo, supongo que en algún momento determinado y con sosiego se referirá al tema con cierta profundidad. He dicho que voy a acabar hoy y señalaré dos características del estamento en el seno de la Iglesia y en su entorno social.

 

Que pretende ser dominador es evidente, fue rico y fue desamortizado. Más que recuperar estado sobresaliente, mantuvo su ambición de poder en el terreno de las conciencias. Los que somos viejos recordamos, nos lo contaban, la acumulación de preguntas y exigencias, en el ámbito de la confesión. ¡Cuánto sufrimiento se causaba a quien estaba confesándose y cuanta irritación suponía para quien estaba con él, más bien con ella relacionado! Siempre digo que una de las causas del abandono de este sacramento se debe a este proceder. Tengo por norma, cuando alguien solicita el sacramento, decirle que si está arrepentido de lo que ha manifestado y tiene propósito de enmienda, me limitaré a darle la absolución. Soy infalible, advierto.

 

Ahora bien, si desea ayuda espiritual, ya que tengo cierta formación y se me ha dado un cierto don de magisterio, con gusto podemos hablar, advirtiendo que en este terreno ya no soy infalible y que lo que le diga será tratando de ayudar, sin imponer, sin pretender turbar, buscando que consiga visión y paz. Quien me conoce sabe escoger un rato en el que sea posible esta enseñanza, pero con el mismo convencimiento me pide el perdón, la simple absolución, si en aquel momento el tiempo se dedica a la inmediata celebración de la Navidad o de la Vigilia Pascual. Ya habrá tiempo después para consejos, si así lo desea. Una manifestación del clericalismo créome es dedicar mucho tiempo a adoctrinar y muy poco al sacramento que el que enriquece con la Gracia.

 

A la imposición en el ámbito de la conciencia, paralelamente, se manifiesta el gusto por el atractivo personal. Durante el primer campamento scout que serví como consiliario, recibió el jefe de tropa una carta de un amigo que le advertía: alerta con los curas con pito. El sacerdote generalmente era el más preparado y el mayor en edad y hasta el que mejor conocía el movimiento scout. Pero su misión allí no era la de suplantar.

 

Apareció, tal vez permanece todavía, el cura guitarreiro. Uno no puede llevarse un piano a cuestas, si siquiera un acordeón, pero una guitarra pesa muy poco y un acorde acertado en el momento oportuno llama la atención, causa admiración, se siente el centro, se trate de un pequeño grupo o un espacio donde la gente se mueve o se pasea, sin pretensión alguna. Qué duda cabe que la atención que ponen y la satisfacción que proporciona, satisface su ego. Le satisface hasta que se da cuenta de que este goce no da sentido a su vida si se reduce a causar admiración.

 

Esta constatación es semejante a una cualidad que a algunos adorna: la simpatía. Ha llegado un nuevo párroco, han nombrado a un consiliario y le dicen o comprueba que es muy simpático, y todos lo celebran. El peligro es que él y ellos se contentan con que vaya repartiendo simpatías. Sin que siembre, ayude