Cambio climático, ciencia y
ética
P. Fernando Pascual
8-12-2018
Los estudios, noticias y
discusiones sobre el cambio climático permiten destacar dos elementos
importantes en la experiencia humana universal.
El primero consiste en el
deseo que tenemos de conocer la realidad. El nacimiento de la ciencia surge
desde el deseo que nos lleva a estudiar y analizar los hechos en sus
características, en las causas y efectos que podemos conocer sobre los mismos.
El estudio del clima ha sido y
sigue siendo uno de esos argumentos que la ciencia busca conocer cada vez con
mayor profundidad. La existencia de miles de estaciones meteorológicas es una
expresión concreta del deseo de conocer en qué manera se producen
periodos de estabilidad o de cambios en el clima.
El segundo elemento se hace
patente en tantos juicios valorativos sobre las consecuencias que un cambio
climático pueda tener para los equilibrios biológicos terrestres. Tales juicios
valorativos se construyen desde una perspectiva que separa eventos considerados
como buenos y otros considerados como malos.
Además, los juicios
valorativos sobre lo positivo o lo negativo que un cambio climático pueda
ocasionar se unen a los juicios sobre la mayor o menor responsabilidad (y
eventual culpabilidad) del ser humano en algunos o muchos de los cambios
climáticos que la ciencia analiza y que se producen en nuestro planeta.
Tener en cuenta estos dos
elementos permite descubrir que, a pesar de tantas corrientes de tipo relativístico o escéptico, todavía pervive entre nosotros
un gran deseo de conocer y una cierta confianza en las investigaciones y
estudios científicos.
Ello no quita que pueda haber
análisis o incluso errores en la adquisición de datos y en la elaboración de
teorías. Pero precisamente reconocer que puede haber (y ha habido en el pasado)
fallos en la medición de los fenómenos significa que mantenemos viva la
confianza en el trabajo de tantos científicos honestos que corrigen errores y
que buscan cada día mejorar el conocimiento de los hechos.
Al mismo tiempo, las
valoraciones sobre la eventual culpa de actividades humanas en los cambios
climáticos se construyen sobre la confianza en visiones éticas que ayuden a ver
en qué sentido somos responsables de nuestras acciones y sus consecuencias, y
cómo con una buena teoría moral podemos promover modos de pensar y de vivir que
eviten daños en los ecosistemas y en los diferentes equilibrios climáticos del
planeta.
La ética, a pesar de algunos
críticos y de las diferencias teóricas, tiene mucho que decir también cuando se
habla del clima, del aumento de las temperaturas, de las sequías y de otros
fenómenos que pueden tener su origen en acciones humanas.
Porque solo desde una ética
bien elaborada será posible condenar aquellos comportamientos que puedan ser
nocivos, y promover otros orientados a conservar, en la medida de lo que la
ciencia explique, situaciones climáticas benéficas para la humanidad y para el
planeta Tierra en su conjunto.