Dios preparó
un portal
Rebeca Reynaud
“Dios
empezó a mirar el mundo desde aquí abajo, a través de la pupila asombrada de un
Niño”. Lo que sucedió hace 21 siglos en Belén –el nacimiento de Cristo- es
infinitamente superior a la creación entera. Nunca había sucedido nada más
grande ni sucederá, porque el hecho de que la Segunda Persona de la Santísima
Trinidad, se dispusiera a hacerse hombre lo supera todo. La Historia Universal
gira en torno al hecho más importante: la venida de Cristo al mundo en Belén de
Judá.
Al
principio Dios quiso poner un pesebre y creó el universo para adornar la cuna.
“La Navidad no es un aniversario, ni un recuerdo. Tampoco es un sentimiento. Es
el día en que Dios pone un belén en cada alma. A nosotros sólo nos pide que le
reservemos un rincón limpio (...) que abramos las ventanas y miremos al cielo
por si pasaran de nuevo los Magos; que son verdad, que existen, y vienen
siguiendo la estrella de entonces, camino del mismo portal” (Cf. E. Monasterio, El
Belén que puso Dios, Ed. Palabra, España 1996, p. 9).
El
nacimiento de Cristo es un hecho histórico, algo que ha sucedido de verdad y se
ha convertido en acontecimiento. Es asombroso como esa noche en el establo, en
esa cueva, percibida por los pastores a raíz del mensaje de los ángeles, Dios
vino al mundo en persona.
A
la hora del parto de Santa María, un rayo grandísimo de luz inundó todo el
espacio, y el Niño nació sin lastimar a su Madre, como pasa un rayo de sol a
través de un cristal, dejándolo intangible. Nació un Niño hermosísimo, llorando.
—¿Por
qué llora, Madre mía?—, preguntaría más tarde una pastorcita.
—Por
lo que sufrirá Jesús por el ser humano.
En
ese momento bajaron miles de Ángeles a adorar a Dios hecho Niño. ¡Qué regalo
tan precioso dio el Padre Eterno al mundo! ¡Qué maravillas hace Dios que hasta
los animales, en el pesebre, se hincan ante su Creador! Ayuda mucho hacer un
rato de oración frente al Nacimiento para darnos cuenta de que Dios pide algo a
cada uno. Sólo darme por entero, sin reservarme una parte, responde plenamente
a la dignidad humana.
Belén
significa “Casa del pan”, como sabemos. Y María nos dio el Pan de vida. Santa
María fue el primer Sagrario del mundo. El sagrario es
el modo que Dios inventó para estar con nosotros.
Nuestro
asombro es mayor cuando descubrimos que Dios se ha hecho miembro de la familia
humana para que los hombres fuéramos de la familia divina. Así lo dice San Juan:
“Ved qué amor ha tenido el Padre que nos llamamos hijos de Dios, y lo somos” (1
Jn 3,1). El misterio de la grandeza se Dios se
manifiesta precisamente en su capacidad de humildad. Nos enseña que lo grande
es ponerse al servicio de los demás. Aceptarlo es y seguirá siendo una
revolución.
La
deuda que por ello los hombres contraemos es impagable. Lo que anunció el
profeta Ezequiel: “Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él... Yo mismo
apacentaré mis ovejas” (34, 10-16), se cumple al pie de la letra cuando Jesús
dice que él es el Buen Pastor. Hablar de la Navidad es tartamudear acerca del
misterio.
Dios
está muy cercano, pero “Jesús no vino a ponernos las cosas fáciles”, dice
Benedicto XVI, sino que arroja fuego a la tierra, el fuego del Espíritu Santo. La
paz que trae Jesús “nos arranca de nuestras comodidades impulsándonos al
combate, a sufrir por la verdad. Sólo así puede surgir la paz verdadera frente
a la paz aparente (...) Porque la primera obligación del cristiano no es el , sosiego, sino defender la grandeza que Cristo nos ha
regalado, y esto puede convertirse en un sufrimiento, en una lucha hasta llegar
al martirio, y precisamente así es pacificador” (Dios
y el mundo, p. 210).
El
Papa Benedicto, en una Navidad dijo: En Navidad, el
Omnipotente se hace Niño y pide ayuda y protección; su modo de ser Dios pone en
crisis nuestro modo de ser hombres; su llamada a nuestras puertas nos
interpela, interpela nuestra libertad y nos pide que revisemos nuestra relación
con la vida y nuestro modo de concebirla (...). Hombre moderno, adulto y, sin
embargo, a veces débil en el pensamiento y en la voluntad, ¡déjate llevar de la
mano por el Niño de Belén, no temas, fíate de Él!
El Mensaje de
Navidad de 2015 del Papa Francisco dice así:
Navidad eres tú,
cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma. El
pino de Navidad eres tú, cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades
de la vida. Los adornos de Navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que
adornan tu vida. La campana de Navidad eres tú, cuando llamas, congregas y
buscas unir. Eres también luz de Navidad cuando iluminas con tu vida el camino
de los demás con la bondad, la paciencia, la alegría y la generosidad.
Los ángeles de
Navidad eres tú, cuando cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de
amor. La estrella de Navidad eres tú, cuando conduces a alguien al encuentro
con el Señor. Eres también los Reyes Magos, cuando das lo mejor que tienes sin
importar a quien. La música de Navidad eres tú, cuando conquistas la armonía
dentro de ti. El regalo de Navidad eres tú, cuando eres de verdad amigo de todo
ser humano. La tarjeta de Navidad eres tú, cuando la bondad está escrita en tus
manos. La felicitación de Navidad eres tú, cuando perdonas y reestableces la
paz aun cuando sufras. La cena de Navidad eres tú, cuando sacias de pan y de
esperanza al pobre que está a tu lado. Tú eres, sí, la Noche de Navidad, cuando
humilde y consciente recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo
sin ruido ni grandes celebraciones; tú eres sonrisa de confianza y de ternura
en la paz interior de una Navidad perenne que establece el Reino dentro de ti.
Una muy feliz Navidad para todos los que se parecen a la Navidad.