Arles, la Catedral
Padre Pedrojosé Ynaraja
La visita debía ser necesariamente
corta. Nos faltaban más de 400km y ya era cerca del mediodía. Había que
escoger. Si uno consulta qué los lugares son los importantes, en todos ellos se
menciona el anfiteatro. Empiezo a estar un poco harto de tantos edificios de
estos, muy propios y exclusivos de la cultura clásica romana, según leo. Pese a
ello, he visto ya unos cuantos en lugares muy dispares, España, Francia,
Italia, Israel y Jordania. Todos ellos me parecen idénticos, excepto el colosal
Coliseo de Roma. A fin de cuentas, son lugares de recreo, espectáculos o
juegos, levantados siguiendo planta circular.
A los Alyscamps
que tanto interesaron a los peregrinos medievales, no fuimos capaces de llegar,
pues el GPS no supo sortear los recorridos por los que a uno no le permiten
conducir, ya que precisamente aquel día, están en obras.
Sin dudarlo ni penarlo, decidimos
limitar la visita a la catedral. Ya decía la semana pasada lo que me sorprendió
y maravillo la restauración que se había efectuado en el pórtico. Me di cuenta
de que mis visitas anteriores habían sido muy anteriores y que la contemplación
hoy difería, mucho de la de aquel entonces, en realidad, para mí, su visión,
contemplación y asimilación ideológica, resultaba totalmente nueva.
EN EL PÓRTICO
La primera mirada se reduce a
disfrutar superficialmente. De inmediato se fija uno en la figura central: el
Pantocrátor y los tetramorfos, es decir, la imagen de Cristo sentado en un
trono, bendiciendo con una mano y con la otra sosteniendo el libro abierto de
los evangelios. Son estos contenido narrativo de su
vida histórica y expresión también de que Él es la Palabra del Padre. La figura
es siempre la misma, también diferente. Como la realidad divina, la misma
inmutable, idéntica variación del que es eternamente adulto-joven. No sonríe,
no trató el escultor de decirnos que reía hasta por los codos, ni tampoco es
severo juez, dispuesto de continuo a condenar. Creo que todos los que he visto
expresaban serenidad, paz, trascendencia.
TORO, VARÓN, ÁGUILA Y LEÓN
En la ejecución de los tetramorfos,
los cuatro evangelistas, los escultores gozaron de más libertad y dieron rienda
suelta a su imaginación, sin que llegaran a conseguir obras maestras. Son
representaciones simbólicas de los cuatro evangelistas, de acuerdo con la
visión de los llamados “cuatro vivientes” de Ezequiel (Ez 1, 5 ss.) en las que
uno se fija y juzga el acierto del artista, sin que nada de ellos mueva su
ánimo.
El espacio descrito, enmarcado en
diseño generalmente curvilíneo, inspira adoración, cosa esta que no es de
ningún modo banal. Nuestra referencia a Dios, demasiadas veces, se limita a
solicitar ayuda o expresar arrepentimiento. Ahora bien, la primera actitud ante
el Ser Supremo debe ser adorar, sin otros añadidos. Nos lo recordaba el Papa Francisco
a los sacerdotes, no hace mucho tiempo y yo lo practico muchas veces en mi
casa. Abro la puerta de la pequeña iglesia, doblo la rodilla y como máximo,
añado verbalmente mientras beso el sagrario: eres un sol. Nada más y salgo de
inmediato.
En la época de la ejecución de
estos maravillosos pórticos románicos, la gente ni tenía libros, ni siquiera
sabía leer. Estos relieves eran su Biblia. (No olvido que la misma función
tenían los capiteles historiados de los claustros, pero no es hora hoy de comentarlos).
EL BAUTISMO DE JESÚS
Creo que siempre que he contemplado
pórticos de estos he ido acompañado de personas que tenían conocimientos
cristianos y nuestra función, o piadoso entretenimiento, ha sido buscar donde
se encontraban escenas que a uno más le entusiasman. Adán y Eva, la
Anunciación, Abraham, la Crucifixión de Cristo, su Resurrección y apariciones
etc. La segunda etapa es descifrar ciertos relieves que uno no es capaz de
interpretar a primera vista, o que tal vez el escultor plasmó anacrónicamente.
Estoy pensando en el conjunto que indican las guías que se refiere al bautismo
de Jesús, donde ciertamente se sitúa sobre Él la paloma, símbolo del Espíritu
Santo, pero que todos sabemos que ni fue en una pila, ni cuando era bebé.
Viene enseguida el reconocer las
figuras, generalmente hieráticas, que guardan los lados del Señor, en este caso
los apóstoles Pedro y Juan, Bartolomé y Santiago. Añadiéndoles la compañía de
otros santos, con frecuencia, y en Arles no falta, la imagen del patrono del
lugar, aquí San Trofimo.
No falta, y en esto quiero
hacer hincapié, la representación del juicio final. Reconozco que al conjunto
de juzgado, balanzas, ángel y diablo, le sobre casi siempre teatralidad, pero
corresponden a las mentalidades e imaginaciones de aquellos tiempos. Hoy en
catequesis y sermones, generalmente, no se habla de ello. Y no hay que olvidar
que, como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de
esto, el juicio, (Hb 9,27)
Tampoco se excluyen a los ángeles,
“extraterrestres” que acompañan en la Gloria a Dios y también protegen a los
hombres.
LOS SANTOS
Ni se olvida el conjunto de los
salvados, de los santos, de los que serán acogidos en el seno del Señor y en
contra, los reprobados, en este caso encadenados y entre llamas, que condenados
son conducidos a las tinieblas. Se rellena el conjunto del pórtico de
comprimidos espacios, con escenas del Antiguo Testamento o propias de la
Navidad y hasta alguna escena legendaria.
Ya he dicho que para los que
tenemos una cierta formación bíblica, pasar un rato ante uno de estos pórticos,
se convierte en un santo juego de adivinanzas y se me ocurre ahora que sería
buena tarea de pedagogía catequética, acudir con los discípulos y aprovechar la
ocasión para aprender o repasar lo que se enseña, sea para la preparación a
comulgar o para antes de recibir la Confirmación. Evidentemente que la tarea al
aire libre sería difícil o imposible, pero se puede sacar una buena fotografía,
ampliarla después y servirse de las imágenes para explicar en el aula o en el
local parroquial de catequesis, las nociones que se precisan para avanzar en la
vida cristiana.
Más que manifestaciones contra la
violencia de género, que no me parecen mal, muy al contrario las aplaudo, creo
que la misión más específica de la Iglesia sería animar, evangelizar, inculcar,
a ser fieles a Dios, al matrimonio y a la familia, llenar este amor ferviente
de Esperanza y advertir de las fatales consecuencias, históricas y eternas, de
obrar mal.
Lamento que a veces la visión de
tales maravillosos conjuntos escultóricos, pórticos, capiteles historiados,
retablos… estén sometidas al pago del correspondiente tique y resulten veladas
a quien, por el motivo o circunstancia que sea, no quiere abonarlo. Lastimoso
obrar este. Se conservan para la posterioridad los monumentos, pero se pone
poco interés en que los herederos se beneficien de tales enseñanzas. Las
piedras requieren algún cuidado para su conservación. Las personas precisan continuo
cultivo de su Fe, que también es conocimiento.
RESTAURAR EL CRISTIANISMO
Se restauran piedras, superficies y
edificios, pero se olvida restaurar una cultura que hasta hace poco fue
cristiana, en la que no le faltaron mártires, generosos benefactores,
ilusionados misioneros y admirables contemplativos. ¿De qué o para qué servirán
tantas iglesias, catedrales o abadías, que se está vaciando al galope? ¿pueden llevarse a la eternidad los edificios o son
únicamente las virtudes y los buenos haceres los que
traspasan la barrera del existir eterno?
En Arles, en el centro de la
población, junto al edificio del Ayuntamiento, se luce y nada hay que pagar por
verlo, esta precioso pórtico. Lo contemplan estudiosos o fieles cristianos, tal
vez para algunos sea acicate que estimule su interés por la Fe cristiana.
Maravillosa y ejemplar catequesis.