El puente de Avignon (2)

 

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

La catedral a la que ya me referí la semana pasada, recibe el nombre de Nôtre-Dame des Doms y es obvio que uno se pregunte qué significado tiene eso de “Doms”. Leo: la palabra Doms se derivaría de Domo Episcopalis (casa del obispo). No merece, pues, ningún comentario.

 

Llegaba de Tarascón a donde había ido para interesarme por la tradición de que allí Marta, la hermana de María y Lázaro, triunfó sobre la Tarasca, y allí fue enterrada. Lo primero que encuentro al lado de la puerta de entrada de esta catedral es una imagen de Santa Marta, con la correspondiente indicación de que es la patrona de Avignon y recuerdo entonces que la tradición dice que cuando al desembarcar los tres hermanos y acompañantes en el delta del Ródano, en el lugar conocido hoy como Les Saintes Maries de la Mer, se habían separado de los acompañantes y al primer lugar que nuestra protagonista se dirigió para dar noticia del Redentor, fue a Avignon.

 

ALTARES LATERALES

 

Los altares laterales abundan desde la llegada del gótico porque fue una manera de rellenar el espacio que quedaba entre los estribos o contrafuertes que se levantaban en el exterior, para asegurar la estabilidad de los muros. Por otra parte eran épocas en las que la concelebración eucarística prácticamente no existía (quedaba simbólicamente la del día de la ordenación presbiteral), por ello, en algunas ocasiones, por ejemplo un viaje colectivo, cada sacerdote celebraba misa en cada uno de estos altares, aunque fuera él solo.

 

PEPELITOS

 

Hoy nadie se fija ya en el altar, que parece ser un simple estante o peana de las imágenes superiores, adosadas al muro. La finalidad de este preámbulo es para que se entienda mi sorpresa, cuando en uno de estos espacios, donde bajo una imagen de N. D. de tout Pouvoir (Nuestra Señora Poderosa) vi que en la superficie del altar había un montón de papelitos que supuse eran plegarias. Por respeto a la interioridad de quienes habían dirigido su oración privada a Santa María, no me atreví ni siquiera a tocarlos.

 

Esta iniciativa la juzgué muy acertada. Es costumbre en muchos lugares tomar un cirio, encenderlo y depositar una limosna. Tal ofrenda puede ser fuente de ingresos que permitirán la conservación limpia y digna, ahora bien supone peligro de incendio y acumulación lenta de humo en paredes y techos. Por otra parte, no siempre lleva uno dinero en el bolsillo y siente, si está embargado de devoción, cierta falta de delicadeza o culpable de ingratitud. La fotografía que aparece ilustrando este artículo da buena noticia y explicación de lo que he referido.

 

Abandoné la catedral con la sensación de que lo más válido de una tal visita, es el examen de conciencia que uno hace, sobre los pecados personales y colectivos de nuestra Santa Madre Iglesia, de sus errores y de la infidelidad de algunos de sus miembros, entre los cuales me incluyo, pero que, pese a ello, continúa siendo Esposa Amada del Señor y vehículo de Gracia para quienes en ella estamos comprometidos.

 

MERCADILLO ITALIANO

 

Por la plaza se extendía un gran mercadillo italiano. No podía dejar de sumergirme en el bullicio. Uno creía encontrarse en Florencia o cualquier otra población en la que en tales barracas, abundan los jersey, cinturones y bufandas, más, en este caso, diversos quesos. Evidentemente, no podían faltar los enormes parmesanos y el padano, más asequible.

 

Las banderas italianas ondeaban al viento y uno no dudaba de quien patrocinaba el emporio, pero abundaba por muchos tenderetes el producto típico de la región donde uno se encontraba, la lavanda y sus derivados. Esta aromática hierba es la más típicos de la Provenza. Gel, perfume, esencia, etc.

 

LA VIEJA CANCIÓN

 

«Sur le pont d'Avignon on y danse, on y danse. Sur le pont d'Avignon On y danse tout en rond» no puede uno quitar de sus oídos la melodía que aprendió en tiempos jóvenes y boyscoutistas, en cuanto ve el curioso puente. Curioso por su majestuoso tamaño actual, su capilla en el arco central y su brusco acabado. Leo que fue de madera en un principio y que después, otro, ya de piedra, tenía 22 arcos que unían Avignon con Villeneuve-les-Avignon, al otro lado del padre Ródano. Sólo visité esta otra población `la primera vez que me moví por estas tierras y recuerdo únicamente que entré en una iglesia gótica de bella factura.

 

EL PUENTE

 

El que no esté acabado el puente, tiene su gracia. Siempre recuerdo al verlo al Pont-Saint-Esprit, de 25 arcadas y no lejano a donde me encuentro. Imponente y machucho, capaz de dar nombre a la población que se asienta a su lado, pero carece del garbo del de Avignon y de su leyenda.

 

Había olvidado decir que el de la ciudad de la que estoy hablando, recibe también el nombre de puente de Bénézet, pues, según se cuenta, el chiquillo que así se llamaba, recibió de Dios mismo el encargo de construirlo y que transporto una piedra gigante hasta el río, como prueba de su sinceridad y del deseo de quien se lo había encargado.

 

LA MURALLA

 

Las murallas de la población se conservan en bastante buen estado. Las miro y comparo con las de la Ciudad del Vaticano. Ni unas, ni otras darán fiel testimonio de realidad cristiano. La Iglesia debe estar siempre abierta en todo su entorno. El fiel del Señor también. Fortaleza amurallada es todo lo contrario al sentido visible que deben dar los descendientes del apóstol Pedro.