Evangelio de misericordia

P. Fernando Pascual

24-11-2018

 

Cristo, Hijo del Padre e Hijo de María, es el Salvador del mundo. De modo más personal y cercano, Cristo es quien ofrece perdón y misericordia a quienes estamos heridos por el pecado.

 

Por eso el Evangelio nos habla de una misericordia maravillosa. Los publicanos, las prostitutas, los pecadores de diversas categorías, se acercaban al Maestro y encontraban una mirada acogedora que manifestaba un perdón único.

 

Tenían parte de razón los críticos que decían que solo Dios perdona los pecados y se escandalizaban de Jesús (cf. Mc 2,7; Lc 7,49). Solo que les faltaba precisamente descubrir que ese Rabino venido de Galilea era realmente Dios.

 

Ellos no comprendían lo que comprendieron cientos de personas durante la vida de Jesús: su mensaje de misericordia. Un mensaje que se prolonga por los siglos, que llega a tantos lugares y personas, que también hoy sigue vigente.

 

Por eso, cuando la envidia, la avaricia, el odio, la sed de venganza, la esclavitud ante placeres, la soberbia o cualquier otro vicio nos arrastra hacia el pecado, tenemos un Salvador que intercede por nosotros ante el Padre (cf. Rm 8,34).

 

Nos duele reconocer que hemos pecado. Lamentamos la mezquindad que nos llevó a perder la vida de gracia por un momento de placer o de rabia. Lloramos por el mal que otros han recibido por nuestra culpa.

 

Pero podemos abrir el corazón a la mirada de Cristo. Entonces será posible un arrepentimiento lleno de esperanza, profundo, sincero, que lleva a la confesión y a reparar por aquellos daños que hayamos provocado en otros.

 

El Evangelio de la misericordia sigue siendo el mensaje de la Iglesia. Gracias a los primeros apóstoles, y a otros mensajeros de Cristo, obispos y sacerdotes, también hoy se anuncia la gran alegría: ya ha venido al mundo el Mesías, el Salvador, el Hijo de Dios vivo, muerto y resucitado para el perdón de los pecados...