El
ambiente de Avignon
Padre
Pedrojosé Ynaraja
Continuo, como en otras
ocasiones, poniendo el nombre de la población francesa en su nominación local
para evitar equívocos. En tierras catalanas existe un pueblo que, pese a que su
grafía sea diferente (Avinyó), la pronunciación es
semejante.
VITALIDAD
EN EL AMBIENTE
Llegábamos de Tarascón e iba
yo intrigado por saber cómo sería el ambiente en esta época del año. Hablo del
otoño. En la actualidad el municipio es conocido por sus festivales teatrales e
inquietudes fotográficas, que se celebran en verano. Sabía que estacionar en el
interior resultaría tarea imposible y nuestra preocupación inicial fue buscar
un parking céntrico que había visto excavar en una lejana visita y que quedaba
muy próximo a lo que nos interesaba ver. Como la entrada a todas estas
construcciones es de pago, están siempre muy bien indicadas y así fue, pronto
lo encontré. La primera impresión que tuve al salir del “caparazón” fue que,
pese a no hacer buen tiempo y no ser día festivo, se respiraba en el ambinente y hasta un cierto bullicio en un espacio del que
luego hablaré.
DORADA
IMAGEN DE LA VIRGEN
Sorprende desde el principio
el remate del campanario que, en este caso, no es una cruz como es lo habitual,
sino una dorada imagen de la Virgen. La vi la primear vez más o menos
brillante, luce ahora resplandeciente. Me interesé por el metal del que está
hecha y me sorprendió que es de vulgar plomo y que fue puesta en 1859.
Seguramente que se escogió en aquel tiempo el plomo, por su aguante a los
agentes corrosivos de la intemperie más que por su temple.
Me choca la noticia inicial de
que la catedral es románica, siglo XII, pero como se añade que en 1405 la torre
fue destruida por huestes del Papa Luna, como consecuencia de las intrigas y
luchas por el pontificado romano que por aquel entonces, un entonces bastante
largo, sufría la Iglesia latina. A la modificación de la torre, siguió el
añadido de capillas, demolición del ábside, etc. etc. no puedo negar que se la
considere románica, sin que uno lo descubra a simple vista. Tampoco me importa,
que no pretendo sea el contenido de este artículo un estudio arquitectónico. Me
dirigí, como otras veces, al presbiterio, a observar el trono, que es
aviñonense, como pudo ser romano. Los retratos de los Papas que allí oficiaron
cuelgan del muro del ábside actual. Punto.
TRISTE
ACONTECIMIENTO
El cisma de occidente ha sido
uno de los más tristes acontecimientos de la historia de la Iglesia. Lo que en
teoría podía parecer protección personal, en realidad era dominio de la realeza
francesa, que competía con la de los Estados Pontificios, presididos,
evidentemente, por el Papa. Uno no deja de recordar en ningún momento la
estampa primera que se le ofrece a la vista, inmediatamente a su salida del
parking. Observa a la derecha unos majestuosos castillos-palacio que se pegan
al edificio de la iglesia. El turismo, también el que simultaneaba ese día con
nuestra visita, se interesa por ellos.
ADORAR
Y MEDITAR
Ninguna de las veces he
querido entrar. Tal vez sea orgullo, pienso cuando, después de buscar y
encontrar en el lateral izquierdo la capilla donde se guarda la Eucaristía,
trato primero de adorar y después de meditar. El tal cisma ha sido una gran y
complicada manifestación del pecado que emponzoña a la Iglesia. La Santa Madre
Iglesia. Mi Santa Madre, la mía, que también soy pecador y mucho más, de
acuerdo con mi talla, pero que no apago mi ilusión de ser santo, pese a ello.
Visto así, comprendo que debo perdonar, como yo soy perdonado.
DOCTORAS
Y COPATRONAS
Mi imaginación se hermana con
la memoria. Aquel acontecimiento ensució de tal manera la imagen de la Iglesia
y el comportamiento de los pontífices desanimó a muchos, que probablemente
pensarían que había llegado a su fin. Ella misma buscaba el suicidio. La
intervención de los poderosos magnates, emperador, reyes, príncipes y condes no
hacía más que complicar la situación. Pero no todo fueron intervenciones frías
o egoístas. Pongo dos ejemplos que en este momento acuden a mi mente. Brígida
de Suecia, mujer esposa, madre y reina. Seglar, evidentemente. Catalina de Siena,
mujer, terciaria dominica. Ambas doctoras y copatronas
de Europa y doctoras de la Iglesia. Ninguna de las dos, que yo sepa, reivindicaron el sacerdocio femenino, ni creo que hubiera
sido de utilidad haberlo conseguido. Fueron profetas que en sus misivas echaban
en cara y exigían al Papa, recordándoselo, que su lugar era Roma. Fueron
profetas de su tiempo como en la antigüedad lo fue Hulda,
esposa de Salum, Débora y María, hermana de Moisés. Y
este recuerdo me lleva a Chiara Lubich,
Teresa de Calcuta o Carmen Fernandez, mujeres las
tres, otras más hay hoy, pero no quiero devanarme los sesos. Reconozco su valor
y su valer.
Aprovecho, pues, la ocasión
para repetir mi convicción: más que curas, se necesitan profetas, varones y
mujeres, que ellos y ellas se precisan con urgencia.
HILDEBRANDO
Vuelvo a disquisiciones que
bullían en mi cerebro en Avignon. Si el Cisma fue un
gran mal, también lo fue la cuestión de las investiduras, que condenaban a la
clerecía y principalmente a la jerarquía, a ser objeto del capricho egoísta de
la nobleza. Ahora bien, un serio andarín, siervo fiel del Señor, que fue algún
tiempo monje de Cluny llamado Hildebrando, llegado a Papa y reconocido como
Gregorio VII, fue valiente, arriesgó su libertad y vida, pero ahogó una práctica
que hubiera reducía a inútiles migas, las comunidades de la Iglesia. Y gracias
a esta severa intervención casi desaparecieron estos injustos privilegios (no
del todo, el derecho de consulta de los contemporáneos pactos con la China
continental son un rastro de ello)
De inmediato pienso también en
la situación actual, el mal de la pederastia que para muchos es sepsis que
envenena por doquier la acción sacerdotal y conduce a la condenación preventiva
de todos y a su exterminio. Olvidan tantos aficionados fiscales que la amenazan
con su extinción, que continúa prevenida la Santa Madre Iglesia, vacunada por
tantos otros, muchos más, que sumergidos y fieles a su vocación misionera,
clérigos, religiosas o seglares, caritativa, ídem de ídem, más la eficaz protección
de los contemplativos, ellos y ellas, y tantos ignotos intercesores, no deja de
ser la esposa Amada de Jesucristo, puente de salvación. (Continuaré)