Agua cristalina
P. Fernando Pascual
16-11-2018
El agua cristalina permite ver
en profundidad. La mirada alcanza a distinguir piedras, peces, objetos que
yacen en el fondo de un río o del mar.
El agua turbia, en cambio,
oculta y confunde. No hay claridad. Los ojos no pueden distinguir lo que se
esconde ahí abajo.
En la vida encontramos hombres
y mujeres que hablan como agua cristalina. Se entiende qué piensan, qué
quieren, qué buscan.
Otros lanzan a su alrededor
frases confusas, preguntas sin respuestas, dudas que no sabemos si ya tienen
respuesta en sus corazones.
Algo parecido pasa cuando se
reúnen grupos humanos a diversos niveles. En algunos de esos grupos se busca
una transparencia serena: no tienen nada de ocultar. Otros, por el contrario,
se caracterizan por un hermetismo impenetrable y, en ocasiones, peligroso.
Ciertamente, hay situaciones,
ideas, hechos, que no pueden ventilarse a los cuatro vientos. Pero en muchos
ámbitos, sobre todo cuando está en juego la buena marcha de la economía o el
futuro de la convivencia, se hace necesaria una mayor transparencia.
Por eso, en un mundo de tantos
misterios, reuniones secretas, mensajes crípticos y documentos destruidos, la
gente honesta sabe abrir ventanas sobre lo que nace de sus corazones para
compartirlo sin miedo ni complejos.
El agua cristalina es así:
limpia y sencilla. Como ella podríamos convivir en familia, entre amigos, en el
trabajo, en la política, si actuamos con franqueza, si estamos en paz con Dios,
y si buscamos, en cada momento, aquello que sirve para promover el amor y la
justicia...