El futuro, en las manos de
Dios
P. Fernando Pascual
10-11-2018
A veces escuchamos que el
futuro está en manos de los jóvenes, o de los intelectuales, o de los
trabajadores, o de parlamentarios nuevos, o de los empresarios, o de los
sindicatos, o de los jueces, o de otras personas...
Con esas frases se formulan
deseos y esperanzas, pero, sobre todo, una invitación a tomar en serio las
propias responsabilidades en el presente, porque de ellas depende buena parte
de lo que será el futuro.
Si vamos más a fondo, podemos
reconocer que el futuro no está en manos de grupos más importantes o
emprendedores, pues lo que ocurre en la historia depende de todos, incluso de
las personas que parecen menos influyentes.
Y si seguimos en camino para
comprender mejor en manos de quién está el futuro, descubriremos la presencia y
la acción, muchas veces no reconocida pero no por ello menos determinante, de
Dios.
Es cierto que la acción de
Dios en la historia no tiene las características ni el "brillo" de
las decisiones de un presidente enérgico o de las votaciones de un sindicato
para ir o no ir a una huelga. También es cierto que Dios nos ha hecho libres, y
nunca aplastará esa libertad que nos ha dado.
Pero también es cierto que de
maneras sorprendentes, y por encima de los análisis más perspicaces, Dios
conduce la historia humana. Primero, gracias a miles de corazones que aceptan
su Amor y lo transmiten a sus semejantes. Segundo, también a través de quienes
no piensan para nada en Dios, pero se convierten en obreros del misterioso
designio de Dios sobre los hombres.
Por eso, el futuro está,
siempre, en las manos de Dios. Si acudimos a Él con una oración humilde, si
buscamos vivir el gran mandamiento del amor, la historia humana podrá avanzar
con menos tropiezos y dolores, y con más justicia y belleza. Lo cual, en
definitiva, es el sueño de Dios para nosotros y el anhelo más íntimo del
corazón humano.