En momentos de dificultad
P. Fernando Pascual
2-11-2018
La vida nos sorprende con
golpes y reveses. Algunos, previsibles. Otros, que aparecen de modo inesperado.
Cuando llegan momentos de
dificultad, necesitamos fuerzas interiores y apoyos entre familiares y
conocidos, para superar la prueba y para seguir adelante.
No siempre encontramos los
apoyos necesarios. Sentimos, en esos casos, un aumento de la pena interior.
¿Cómo afrontar, entonces, los problemas?
Nos recomiendan paciencia.
Parecería una simple actitud pasiva, pero también exige mucho de nuestra parte.
Uno espera con paciencia cuando tiene motivos y certezas para ello.
Cuando la prueba se agudiza y
las ayudas escasean, ¿a quién acudir? Podemos mirar al cielo y suplicar al
Padre que nos dé fortaleza, prudencia, y paz en el alma.
La ayuda de Dios se convierte
en decisiva. No porque responda con milagros que cambien todo el panorama (los
milagros son escasos, aunque no faltan), sino porque confirma nuestra fe y nos
ayuda a renovar la esperanza.
Sabemos que el milagro
decisivo sigue en pie e ilumina a todo ser humano: Cristo ha vencido a la
muerte, ha resucitado, y está ahora a la derecha del Padre.
La certeza de que Dios nos
acompaña y de que Cristo está vivo se convierte en una fuente inextinguible de
energías interiores y de apertura del corazón, hasta hacer nuestras las
palabras de san Pablo: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp
4,13‑14).
Desde la compañía de Dios, de
los ángeles, de los santos, y de tantos corazones buenos, afrontamos las
pequeñas o grandes dificultades de cada día. La victoria es segura. La gracia
vence al pecado. El amor mueve nuestros corazones...