Paciencia con cariño
P. Fernando Pascual
26-10-2018
La paciencia puede ser simple
resignación. Mejor no responder, ni quejarse, ni arruinarse la salud. Ya que no
se ven soluciones, toca aguantar y basta.
Pero la paciencia puede ser
algo mucho más noble si nace del cariño, si surge desde el amor, si busca
caminos para el encuentro.
En casa alguien siempre deja
las cosas fuera de sitio. Podemos aguantar estoicamente, o podemos ver cómo
ayudar a quien actúa de esa manera.
En el trabajo un compañero
provoca conflictos. Podemos alzar la voz para quejarnos, podemos guardar
silencio para no empeorar las cosas, o podemos tender la mano para ayudar.
La paciencia de Dios para con
los hombres es del segundo tipo. Porque nos ama, porque nos ofrece
continuamente nuevas oportunidades, espera, con la puerta abierta, nuestra
conversión.
Ahora estamos "en el
tiempo de la paciencia de Dios" (Rm
3,26), porque Él es un Dios "de la paciencia y del consuelo" (Rm 15,5), un Dios que "usa de paciencia con
vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la
conversión" (2P 3,9).
Desde el ejemplo del Dios que
ama, también nosotros aprendemos a tener paciencia con los demás:
"Soportaos unos a otros en la caridad, en toda humildad, dulzura y
paciencia" (Ef 4,2).
No es fácil, sobre todo cuando
un día y otro chocamos con quien está muy cerca de nosotros. Pero es posible,
si nos dejamos ayudar por Dios y aprendemos, de Su Corazón, a perdonar al
hermano, a darle tiempo en su propio camino, y a mantener siempre abierta la
puerta de nuestro cariño.