¿Cómo fue que lo
malo se volvió bueno?
Rebeca Reynaud
Una
periodista colombiana, Ángela Marulanda, pregunta: ¿Cómo fue que lo
malo se volvió bueno? Y explica: Hemos ido adoptando una postura de
apertura a todo, incluido lo malo y lo peligroso, aun cuando vaya en contra de
lo sano y de los principios. Por ejemplo: Los adultos quieren seguir pareciendo
jóvenes, mientras que los adolescentes quieren los privilegios de los adultos.
La juventud ha sido glorificada a tal punto, que los ancianos ya no son
venerados por su sabiduría, sino menospreciados por sus arrugas.
Varios padres
y madres divorciados conviven con sus “marinovios” y algunos de sus hijos e
hijas pasan las noches con sus “amigovios”.
Los malvados
son justificados, los bondadosos son ridiculizados y los íntegros son
repudiados. Lo que más se admira hoy es la fortuna que se amasa, no la
honestidad con la que la haya logrado ni la generosidad con que la comparta. La
mejor credencial es tener mucho dinero, como quiera que se haya ganado y, lo
peor es tener poco por ser honrado.
El maltrato y
el acoso se volvió un entretenimiento de los jóvenes, la infidelidad se
justifica, la impunidad se glorifica, el vocabulario soez e considera gracioso
y la vulgaridad se celebra como divertida.
Los jóvenes
bondadosos son llamados “nerdos”, mientras que los
aguerridos son temidos y los ostentosos con reverenciados como héroes.
La gente que
defiende los principios éticos y morales a menudo es tachada de puritana o
anticuada, mientras que la libertina es admirada y elogiada.
¿Qué nos
pasó? ¿A qué hora lo positivo se volvió negativo y lo malo se volvió bueno en
tan poco tiempo?
La gente
busca divertirse u ofuscarse con el alcohol. Hay placer pero no hay felicidad
sino vacío interior. San Pablo dice: Los frutos del espíritu son: amor,
gracia, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad, dominio de sí (Gal
5, 22-23).
Si el humano
rescatara su naturaleza espiritual, seguramente veríamos con m ás frecuencia esos frutos en la conducta de las personas.
La ciencia informa y enriquece pero se vuelve estéril cuando debe hablar de
sentido y de significado, de vida y camino.
Caminamos
junto a personas que esconden su vida en diminutos auriculares que callan las
voces cercanas, personas con tatuajes y perforaciones cutáneas, pantalones
intencionalmente envejecidos o rotos, vemos una vida interior que se alimenta
de remiendos y tintas vistosas. Se inventan enigmas y los siguen, sin saber por
qué ni para qué. Van creciendo así grupos de individuos pero no comunidades
(personas que buscan conjuntamente el bien común).
Deberíamos
detenernos un momento para meditar, mirar al cielo y a nuestra interioridad
para rescatar la magnificencia de nuestra vida espiritual, porque en ella está
la Verdad y el sentido de nuestra existencia. No pocas veces corremos, y
corremos sin saber adónde. Los mejores pasos son lentos y seguros, porque de la
precipitación no salen más que desatinos.
Muchos no
perciben la desnudez de su alma porque amortiguan su desconcierto con dinero,
placer o alcohol. Para dar sentido a la vida se requiere mucho más que eso.
Rompamos las cadenas que nos sujetan para no oír la voz de Dios. Nosotros
mismos reducimos nuestro horizonte a la soledad. El proyecto divino para cada
humano es glorioso, pero da la impresión de que no lo hemos comprendido
suficientemente. Dios nos quiere como grandes cedros de Líbano o grandes
palmeras, pero plantadas en su Casa.