Vivir un amor verdadero
Lucrecia
Roper
Actualmente, sorprendentemente, los jóvenes están
eligiendo la castidad. El plan de Dios nunca incluye romper los mandamientos ni
romper lo que enseña la Biblia. Nunca es voluntad de Dios el pecado. Para que
Dios nos muestre su voluntad debemos de tener deseos de conocerla y Dios nos va
a mostrar su voluntad. Dios no quiere el uso de anticonceptivos sino la
abstinencia en los solteros y la castidad conyugal en el matrimonio; y esta castidad
implica respetar el curso natural de las relaciones íntimas. Si alguno que no
es tu esposo(a) te dice:
- Muéstrame que me quieres y ten sexo conmigo.
Dile:
- ¡Ándate a freír papas! Si me quieres no me
pedirías eso.
Una amiga que vive en Estados Unidos me dijo algo
que me hizo pensar:
—Lo que a ustedes los latinoamericanos los salva el
hecho de que aún hay romanticismo en sus jóvenes. Acá se acabó hace años.
La palabra “amor” está tan deslucida que casi da
miedo nombrarla. El amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no
se busca a sí mismo sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en
renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca.
El amor implica exclusividad —sólo
esta persona— y lleva la nota del “para siempre”. El amor
tiende a la eternidad, a dar ya recibir: a ser amor eterno.
El amor es salir del “yo”, del egoísmo. Hay amores
falsos que tienden al provecho personal, hay amores brutalmente posesivos; pero
el verdadero amor es benevolente aunque no deja de tener su toque de posesivo.
Benedicto XVI escribió recientemente: “Si en mi vida
falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en mi prójimo
solamente a otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina” (Deus
caritas est, n. 18).
Quien no lucha por vivir la pureza no puede amar, es
incapaz de entregarse a Dios y a los demás: es un egoísta. La pureza, la fe y
el amor no son fibras independientes. Existe un vínculo entre la pureza del
corazón, del cuerpo y de la fe (cfr. CEC n. 2518). Dios no nos llamó a la
impureza sino a la santidad” (1 Tes 4,7).
La fe es el criterio que define nuestro estilo de
vida. “Los que viven según la carne sienten las cosas de la carne, en cambio
los que viven según el Espíritu sienten las cosas del Espíritu” (Rom 8,5).
La pureza de corazón determina la profundidad de las
demás virtudes de la persona. Si la persona joven se deja involucrar en
relaciones sexuales, fácilmente caerá en nuevas relaciones y de este modo las
consecuencias destructivas se multiplican si no sabe decir que no. La huella
emocional que dejan las relaciones sexuales prematuras no se puede medir
fácilmente, y este impacto puede ser mayor que el físico, según los expertos.
Sin un nivel de madurez suficiente, los jóvenes se encuentran perdidos en el
mar de la sexualidad, al ser usados para el placer o al usar el sexo para
obtener gratificaciones de algo o de alguien. El resultado lógico es la pérdida
de autoestima y una dolorosa desilusión. A menudo el alcohol y las drogas
vienen a empeorar el problema afectivo, y crean un contexto en el que las
relaciones sexuales rebajan a la persona.
El concepto de abstinencia sexual hasta el
matrimonio no se desarrolla en el vacío, sino que los jóvenes deben de
comprender que sus acciones tienen consecuencias. No les debe de extrañar que
las relaciones sexuales sean fecundas, cuando todo el planeta está diseñado
para dar la vida. Valorar la abstención sexual significa valorar el sexo, que
es una maravilla, y valorarse a sí mismos, de modo que se guarda ese tesoro
para la persona amada, en el tiempo y en el lugar oportuno; dentro del
matrimonio.
¿Qué es la
virginidad secundaria? La virginidad secundaria es la decisión de abstenerse de la
actividad sexual, empezando hoy y continuando hasta el día del matrimonio; es
una oportunidad para empezar de nuevo. La virginidad física puede haberse
perdido, pero la virginidad es más que un simple estado físico; es una actitud,
una manera de pensar. Se manifiesta en la manera como tú te ves a ti mismo/a y
a los demás. La virginidad secundaria es un tiempo para cambiar los malos
hábitos por los buenos y para cicatrizar heridas pasadas. Te permite
purificarte y renovarte antes del matrimonio. Se necesitan matrimonios sólidos
que den seguridad a los hijos, porque ellos ven que sus padres se quieren, se
respetan.