PABLO VI, EL PAPA DEL DIÁLOGO
Lucio del Burgo OCD
El Cardenal
Montini, futuro Pablo VI, se ha caracterizado por ser
el hombre del diálogo. En su programa reformador no podemos silenciar un
aspecto muy característico: el diálogo. Diálogo en la Iglesia y diálogo en el
mundo. La Iglesia no podía quedar encasillada en sí misma, Pablo VI deseaba una
comunidad en diálogo con el mundo moderno: con la cultura, con los hombres y
mujeres de nuestra sociedad. Diálogo con las iglesias cristianas y con todas
las religiones… El nuevo camino de la Iglesia es el diálogo.
<<El
diálogo debe caracterizar nuestro oficio apostólico, como herederos que somos
de un estilo, de una norma pastoral que nos ha sido transmitida por nuestros
predecesores>> (Ecclesiam suam,
n. 27).
¿Qué
entiende el Pontífice por diálogo? ¿Cuáles son sus notas características? ¿Cómo
se ha de llevar a cabo este nuevo instrumento de evangelización? Hay un texto
muy significativo en el Documento que estamos citando. Unas palabras que se
citaron mucho en los años del postconcilio y que son de antología. Merece la
pena recordarlo aunque sea un poco extenso:
<<
El coloquio es, por tanto, un modo de ejercitar la misión apostólica; es un
arte de comunicación espiritual. Sus características son las siguientes: 1) La claridad ante todo: el diálogo
supone y exige la inteligibilidad; es un intercambio de pensamiento, es una
invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre; bastaría este
solo título para clasificarlo entre los mejores fenómenos de la actividad y
cultura humana, y bastaría su exigencia inicial para estimular nuestra
diligencia apostólica a que se revisen todas las formas de nuestro lenguaje,
viendo si es comprensible, si es popular, si es selecto. 2) Otro carácter es,
además, la afabilidad, la que Cristo
nos exhortó a aprender de Él mismo: <Aprended
de mí que soy manso y humilde de corazón>; el diálogo no es orgulloso,
no es hiriente, no es ofensivo. Su autoridad es intrínseca por la verdad que se
expone, por la caridad que difunde, por el ejemplo que propone; no es un
mandato ni una imposición. Es pacífico, evita los modos violentos, es paciente,
es generoso. 3) La confianza, tanto en el valor de la propia palabra como
en la disposición para acogerla por parte del interlocutor; promueve la
familiaridad y la amistad; entrelaza los espíritus por una mutua adhesión a un
Bien, que excluye todo fin egoistico. 4) Finalmente, la prudencia pedagógica, que tiene muy en cuenta las condiciones
psicológicas y morales del que oye: si es un niño, si es una persona ruda, si
no está preparada, si es desconfiada, hostil; y si se esfuerza por conocer su
sensibilidad y por adaptarse razonablemente y modificar las formas de la propia
presentación para no serle molestos e incomprensible” (Ecclesiam
suam, n. 31).