Los Ángeles
Custodios
Rebeca Reynaud
Los ángeles no tienen nombre.
Si alguien te dice: “Descubre el nombre de tu ángel” esa persona es de la
corriente de la Nueva Era. Los ángeles se conocen por su
especie. Así como no necesitamos el nombre para conocer a nuestra mamá, así se
conocen los ángeles unos a otros. Si ponemos nombre a los tres Arcángeles es
porque nosotros los necesitamos para invocarlos.
Desde
el principio, el universo creado por Dios tuvo una unidad admirable. Hay un
todo armonioso que nace del Amor de Dios. Los Ángeles son las criaturas más
perfectas de la creación. La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de
los Ángeles. Dios es el creador de todas las cosas, las visibles y las
invisibles. (IV Concilio de Letrán, 1215).
Cuando
una persona es concebida –otros afirman que cuando es bautizada (no hay certeza
en esto)-, Dios le regala un Ángel Custodio — o Ángel de la
guarda— para que le acompañe por ese camino arduo que llamamos vida, con
una tarea precisa: enseñarnos el camino, cuando nos hemos perdido; ofrecer un
apoyo, cuando estamos resbalando; darnos una mano para levantarnos. Sabemos muy
poco sobre los ángeles, pero sí sabemos que dan más gloria a Dios que los seres
humanos.
El
trato con el Ángel Custodio en el orden sensible es menos experimentable que el
de un amigo de la tierra, pero su eficacia es mucho mayor. Sus consejos vienen
de Dios y penetran más hondo que la voz humana. Se pueden aplicar a cada Ángel
Custodio los oficios que Dios enumera, cuando dice a Moisés: Yo mandaré
un Ángel ante ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar
que te he dispuesto (Éxodo 23,20).
Pío XII dice: Los ángeles están
muy activos. “Haced más real en nosotros ese mundo invisible, pues las cosas
que se ven duran sólo un momento, como dice San Pablo. Pero las cosas que no se
ven son eternas. Los ángeles os miran como amigos, como a familiares… Están
llenos de solicitud por vuestra salvación y vuestra santidad. Dios os concederá
que paséis una eternidad con ellos. Así es que hay que conocerlos ya desde
ahora” (en Pío XII, el papa-rey, Robert Serrou,
Palabra, Madrid 1996, p. 400).
Esta
asignación personal de un Ángel Custodio es una manifestación de la providencia
especial que tiene Dios con nosotros. San Jerónimo dice: “¡Cuan grande es la dignidad del hombre, que desde el día de
su nacimiento tiene asignado un Ángel que lo proteja!”. En esta lucha del hombre, Dios
no lo ha querido solo, porque de otro modo la lucha habría sido desigual, ha
puesto un Ángel de la Guarda, un Ángel siempre preparado para intervenir en
cualquier momento que es requerido. Muchas
veces los Ángeles custodios están obligados a la pasividad por la incredulidad
de los hombres.
La Nueva
Era da una versión distinta de la católica de lo que son los Ángeles y
Arcángeles. Con los ángeles no se juega porque hay ángeles buenos y ángeles
malos. Si alguien nos dice que nos va a decir el nombre de nuestro
ángel, no hay que hacer caso porque nos puede dar el nombre de un
ángel caído -de un demonio-, para que lo invoquemos. Es distinto que nosotros
le pongamos un nombre a nuestro Ángel custodio para ayudarnos a tratarlo.
También es muy de la Nueva Era decir que el ángel nos va a revelar secretos.
Dios lo puso a nuestro lado para ayudarnos a quitar los obstáculos que impiden
nuestra salvación, si libremente lo queremos así, no para revelarnos
nada secreto.
Los
ángeles son espíritus puros, son seres personales de naturaleza invisible
creador por Dios, inteligentes, que colaboran como mensajeros en el ejercicio
de la Providencia en la Historia de la Salvación. San Gregorio Magno escribe
que “casi todas las páginas de los libros sagrados testifican que existen los
ángeles y arcángeles” (Homilía 34 in Evang.7: PL 76, 1249).
Los ángeles se representan en
la pintura y en la escultura en forma de hombre o de niño, con alas en su
espalda y con una aureola en su cabeza; pero se trata únicamente de algo
simbólico que no corresponde a la realidad, pues los ángeles no tienen cuerpo.
Los ángeles fueron sometidos a
una prueba y algunos no la pasaron: son los demonios. Si todo
pecado comienza por la soberbia (Ecle 10, 12s),
también su pecado comenzó por allí. Satanás, deslumbrado por su propia
gloria, olvidó que dependía de Dios y negó esa dependencia. Se negó a
reconocer la supremacía de Dios. San Atanasio también advierte que la soberbia
fue lo que precipitó al demonio y a los ángeles caídos al abismo. Ahora tienen
envidia de los seres humanos pues Dios nos destinó a ocupar los puestos que
ellos perdieron en el cielo.
Los
ángeles no pueden entrar en el interior de la conciencia, no
tienen acceso a lo que el hombre piensa y desea; pueden conocerlo sólo si se lo
manifestamos o si Dios se lo revela. Aquí se encuentra otro motivo para tratar
al Ángel Custodio: hablar con él, decirle lo que nos pasa y lo que queremos,
para que lo conozca y nos ayude. Ciertamente, con su inteligencia agudísima,
basándose en signos —reacciones y actitudes, palabras o gestos— pueden llegara conocer nuestras intenciones y proyectos, o
nuestras necesidades, y así alcanza a saber lo que nos conviene; pero habitualmente
recibirá más ayuda del propio Custodio quien más le trate.
Viendo
el demonio bajar a la tierra para perseguir “a los que guardan los mandamientos
de Dios y el testimonio de Jesús” (Ps. CXXXVII, 1),
los ángeles buenos descienden también, para defendernos. San Josemaría Escrivá
dijo: “acude a tu Custodio a la horade la prueba, y te amparará contra el
demonio y te traerá santas inspiraciones” (Camino,n. 567).
También aconsejaba darles gracias porque velan al Señor Sacramentado
perpetuamente.
¿Cómo
intervienen los ángeles en los hogares, en las escuelas, en las fábricas, en
los cines, en los parlamentos, en la carretera? Santo Tomás –el Doctor
Angélico- encuentra la respuesta a esas cuestiones en la naturaleza
misma de los ángeles. Conocen mejor que nosotros el mundo material y
sus leyes. Ejercen sobre este mundo material un imperio misterioso. A
San Pablo lo pica una víbora en la isla de Malta, probablemente fue una acción
del ángel sobre la víbora (Hechos 28). El poder de los ángeles sobre el mundo animal
es mayor que el de los domadores de leones y encantadores de serpientes.
La
ayuda del Ángel puede contribuir enormemente a la eficacia del trabajo, de la
oración y del apostolado: es un gran aliado para vivir la coherencia de vida.
Por naturaleza está habilitado para el combate (hasta los visten de soldados
romanos).
Nadie
en el mundo se preocupa tanto por nosotros como el Ángel Guardián. Nadie es tan
leal, paciente, cariñoso y lleno de celo por nuestra salvación como él; él ha
sido señalado por Dios para llevarnos al Cielo. Aunque pequemos y lo olvidemos,
él está siempre presente, observándonos y protegiéndonos.
Nuestro ángel custodio se
convierte en una ayuda valiosísima, pues además de las oraciones que le
dirigimos, podemos entablar un diálogo frecuente, que se traduce en peticiones
concretas y sencillas, a título de ejemplo: nos inspire para acudir con mejores
disposiciones a la Eucaristía, a la Confesión y a nuestra oración personal.
Antes de salir de casa hay que pedirle que nos acompañe. Dice María Simma: Un
ánima del Purgatorio me dijo que si todos invocaran la protección de las ánimas
del Purgatorio y del ángel custodio y usaran, además, regularmente el agua
bendita antes de ponerse al volante, el 80% de los accidentes automovilísticos
no sucederían. (cfr. ¡Ayúdenos a salir de aquí!, p. 63).
Nadie
en el mundo se preocupa tanto por nosotros como el Ángel Guardián. Nadie es tan
leal, paciente, cariñoso y lleno de celo por nuestra salvación como él; él ha
sido señalado por Dios para llevarnos al Cielo. Aunque pequemos y lo olvidemos,
él está siempre presente, observándonos y protegiéndonos.