Cuando Dios llama al pecador
P. Fernando Pascual
30-9-2018
Dios tiene muchas maneras para
llamar al pecador. Todas ellas tienen un origen estupendo: el Amor que Él nos
tiene como Padre.
Entre esas maneras, una es
sencilla y exigente: llevar al pecador a reconocer los propios pecados.
Porque tras el pecado tendemos
muchas veces a justificarnos, o a encontrar atenuantes, o a acusar a otros, o
simplemente a escondernos por vergüenza.
Dios, con paciencia, con
tacto, con una pedagogía llena de cariño, nos ayuda a identificar nuestros
pecados, a declarar que somos pecadores.
El reconocimiento del pecado
quedaría vacío si Dios no nos ayudase, con su sabia pedagogía, a descubrir Su
misericordia.
Porque de nada sirve declarar
nuestra maldad si no somos capaces de percibir, al mismo tiempo, que Dios nos
invita a confiar en Su perdón.
Por eso la venida de Cristo
tiene un lugar único en la vida de los cristianos. Gracias al Hijo de Dios
nacido de la Virgen María somos capaces de descubrir lo mucho que nos ama el
Padre.
"Porque tanto amó Dios al
mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino
que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar
al mundo, sino para que el mundo se salve por Él" (Jn
3,16‑17).
Unido a la aceptación de
Cristo como Salvador, el reconocimiento del pecado se convierte en un paso
maravilloso hacia el encuentro con el perdón.
En la difícil y oscura
historia humana, recordar que Dios llama a los pecadores nos permite abrirnos a
la esperanza: todos podemos ser rescatados.
Este día también Dios me está
llamando. Con dulzura, de un modo personalísimo, como lo haría la mejor de las
madres.
Para el gran milagro del
perdón basta con ponerme ante su mirada y declarar, con humildad y confianza:
ten piedad de mí, Señor, porque soy un pecador...