Chagall en Andorra

Padre Pedrojosé Ynaraja

Lo he dicho más de una vez, ni en el bachillerato, ni en el seminario, nadie me hablo de Marc Chagall. Recuerdo el día y demás circunstancias que escuche este nombre y que me sonó en aquel entonces a autor catalán. Supe después algo de él, sin interesarme por su obra. Cambió mi actitud un día que yendo despreocupado por Roma, una gran pancarta anunciaba una exposición de nuestro autor, pensé de inmediato que si la Gran Ciudad le tributaba un tal homenaje, merecía por mi parte un interés particular.

Seguramente que la primera obra que observé fue un plafón en cerámica en la iglesia de Nôtre-Dame de Toute Grâce, en el departamento francés de la Alta Saboya. Se trataba del paso del Mar Rojo, tema típicamente judío, que entronca muy bien con la liturgia cristiana. Después, en más de una ocasión, he visitado el Museo Nacional del Mensaje bíblico, en Niza, también Francia. He recorrido otras exposiciones y dispongo de buenos manuales con excelentes reproducciones. Ahora bien, si me he desplazado al Centro Médico Hadasa para contemplar las vidrieras de su sinagoga, o la Catedral de Reims, que conocía con anterioridad, para ver como encajaban los colores y diseños de nuestro autor con la maravillosa arquitectura y esculturas de este edificio gótico, no podía dejar de visitar la exposición que se anunciaba en Andorra, a solo 200km de mi domicilio, nación que aprecio mucho y en la que soy muy bien tratado.

No esperaba encontrar deslumbrantes obras, sabía que se trataba de poco más de un centenar de aguafuertes, que diseñó para una edición limitada de la Biblia, de la que quedan pocos ejemplares.

RECORRIÓ MEDIO MUNDO

Movsha (Moisés) Jatskélevich Shagalov, que adoptó el seudónimo de Marc Chagall y así es conocido siempre. Recorrió medio mundo en busca de protección política, paisajes y entornos inspiradores que satisficiesen su sensibilidad. El gobierno de la Unión Soviética que al principio lo elevó, no acepto poco después su estilo y el nazi hitleriano, evidentemente, condenó su semítico origen. Ruso de nacimiento, fue a París (1903-1914), volvió a Rusia (1914-1922), en la época entreguerras vivió de nuevo en Paris (1923-1939). Se exilió a Estados Unidos (1941-1947) volviendo a Francia, estableciéndose en la Costa Azul, en Niza concretamente. Allí en su mansión, jardín y domicilio proyectados por prestigiosos autores, discípulo uno de Le Corbusier, creó el “Musée National Message Biblique Marc Chagall” que dejó al morir en herencia al Estado Francés, según tengo entendido.

Murió el 28 de marzo de 1985, a los 97 años. Pasó dos veranos, 1933-34, en la Costa Brava catalana, donde se conserva una pintura suya. Las otras que se guardan por diferentes lugares de la Península, son adquisiciones de diversos museos.

PINTURA DEL APRECIO DE FRANCISCO

Antes de continuar y no teniendo lo que voy a escribir ninguna relación con Andorra, deseo que en este artículo aparezca la reproducción de un cuadro suyo titulado “La crucifixión blanca”, lo pintó en 1938 y está en el “Instituto de Arte de Chicago”. Lo deseo porque esta pintura es de las que más aprecia Papa Francisco. Observará el lector que, pese a llamársela crucifixión, su contenido es mucho más complejo. Jesús, crucificado, torturado y ajusticiado, centra el interés del conjunto, pero no el único. Evoca el tormento de su pueblo y se alarga a los suplicios, exterminios y genocidios, que ha sufrido y sufre la humanidad.

ARTE INCLASIFICABLE

El arte de Chagall, están de acuerdo los autores, es inclasificable. Se movió el autor entre las inquietudes de los impresionistas, su arte es sin ninguna duda naif y en algún caso minimalista. Se relacionó personal y profesionalmente con Stravinski, para el pintó algunos decorados y los dos plasmaron, cada uno a su manera, o de acuerdo con su genio, la Rusia profunda que habían mamado. Imagino las primeras representaciones de “La consagración de la primavera” arropadas por los diseños de Chagall que conozco un poco por alguna exposición temporal que se ha ofrecido por estos pagos. Ni Stravinski es del todo dodecafónico, ni cubista o fauve lo es Chagall, pese a que el museo que he mencionado esté a pocos metros del de Matisse, por una de las elevadas calles de Niza.

Tal vez la obra de Chagall, sus vivos colores, le emparienten con el fauvismo, pero su cierto expresionismo le aleja de este movimiento loco que convulsiono los ambientes artísticos del París de principios del siglo XX y además goza de humor, de la alegría resplandeciente de sus rojos vivos, que le falta al músico, al que también admiro y que sus ballets alegran mis descansos, visionándolos por TV.

JUDÍO PIADOSO

Chagall heredó de su familia la piedad judía, de la que nunca se desprendió. Se enamoró de Bella Rosenfeld, con la que se casó y fue la madre de su hija Ida, fue su primer amor, su esposa, su musa, su compañera inseparable y cronista de sus andares. Le admiraba y su elegante prosa recogía la genialidad del pintor amado y admirado.

Murió Bella Rosenfeld en 1944. Volvió a casarse Chagall y fue fiel en su nuevo matrimonio, sin olvidar nunca a Bella. Las figuras femeninas, bíblicas o no, recuerdan siempre el encanto que conservó de su primer amor.

Pese a no olvidar, ni renunciar su pertenencia a la cultura judía, se sintió muy vinculado a al mundo cristiano. En sus pinturas, en un u otro lugar, en algún rincón o ángulo, ve uno al Crucificado, cuyo cuerpo, de cintura para abajo va cubierto por un Talith. Uno no puede ignorar el valor que para un judío, para el mismo Jesús, tenía esta prenda.

ANDORRA

La exposición de Andorra estaba dedicada exclusivamente, como dije al principio, a grabados para una edición limitada de la Biblia. Uno entraba en el recinto y se le ofrecía a la vista gran parte de los contenidos del Antiguo Testamento, que él llamaría la Torá.

Cuando le encargaron estas ilustraciones le llevaron a Israel, algo semejante a lo que después haría con las bendiciones de Jacob, para las vidrieras de Hadasa. Miró, contempló, recordó y plasmó con gran originalidad. Nada académico, a diferencia de los grabados de Gustavo Doré que todos conocemos.

Que sean de alguna manera estos diseños consecuencia de lo visto en un viaje de estudios, se evidencia por ejemplo en el cuadro de la tumba de Raquel, pura tarjeta postal del edificio que hasta hace muy poco tiempo, aislado como en el grabado, observábamos a la entrada de la ciudad de Belén.

VANGUARDISTA

He dicho que su estilo vanguardista, bañado en ambientes impresionistas que frecuentó, era particularmente naif, pues bien, visitaba yo la exposición acompañado de un matrimonio cuya esposa ejerce de profesora y está muy interesada en la formación cristiana de sus alumnos. Comentábamos al salir que aquellos diseños que habíamos estado viendo, de ninguna manera les interesarían a sus discípulos. Y no creo yo que el motivo sea exclusivamente la actual invasión de los “comics manga”, más bien me parece que la belleza de sus figuras, que he apellidado naif, solo sea apreciada por los adultos que no hayan eliminado de su interior el niño que todos hemos llevado dentro. Tal vez sea bueno recordar en este momento que se trate del dicho de Jesús, hay que hacerse como un niño, si uno quiere entrar en el Reino de los Cielos. Aquí uno diría que para identificarse y gozar con la estética de Chagall es preciso que aflore la infancia espiritual que nunca debemos eliminar.

No era una exposición de gran categoría, ahora bien, salía uno impregnado, sellado en su corazón indeleblemente, por las imágenes de los acontecimientos bíblicos.

(Advierto que cada cuadro iba acompañado en una tarjeta inferior con el título del acontecimiento. Pero en algún momento me dediqué a un juego solitario preguntándome: Adivina adivinanza ¿Qué representa este dibujo? Ya he dicho que el autor escogió en algún caso episodios que no estamos acostumbrados a que se nos ofrezcan, la borrachera de Noé, la venta de José por sus hermanos a unos mercaderes, el incesto de las hijas de Lot… Y leído el título, venía de nuevo otra pregunta ¿qué recuerdo yo de este pasaje?)

Explicación de las fotos. – Arriba, el Cristo blanco que gusta al Papa. Abajo del todo, bajo el texto, Salomón y la Reina de Saba. Un poco mas arriba, el becerro de oro. Arriba, bajo el Cristo blanco, la tumba de Raquel. Más abajo, Abraham en Mambré. Y siguiendo hacia abajo David con el Arca y David mira a Betsabé bañándose.