Miguel Ángel y el trabajo bien hecho
Rebeca Reynaud
Miguel Ángel Buonarroti
es ejemplo de trabajo bien hecho: su pintura –la Capilla Sixtina, entre otras-,
su escultura –la Piedad, el Moisés y el David, entre otras-, su arquitectura
–la cúpula de San Pedro, que no la dejó terminada, pero dejó indicaciones detallando
hasta el último pormenor- y su poesía. No le gustaba que vieran los progresos
de sus obras, y estableció como quintaesencia de su manera de trabajar: “Lo que
se crea con las más grandes fatigas, ha de aparentar haber sido hecho
rápidamente, casi sin trabajo, a pesar de no ser así… Su gran regla era emplear
todas las fueras y hacer cosas que parezcan hechas sin esfuerzo alguno” (Emil
Ludwig, Miguel Ángel, p. 131). Su arte llega a ser único. El mismo
Miguel Ángel enseña que nuestra vida puede ser una obra de arte: “Si apreciamos
cabalmente lo que hacemos en esta vida, vemos que cada uno, sin saberlo, pinta
el mundo creando nuevas formas, por su manera de vestirse, por medio de
edificios y casas, labrando los campos y prados en líneas y figuras, navegando
con auxilio de las velas, instruyendo ejércitos, hasta muriendo y siendo
enterrados…, en suma, mediante cada una de nuestras acciones”.
De los 61 a los 68 años pinta Miguel Ángel el
Juicio Final. Pinta desnudas a la mayoría de las figuras.
-“Esto no es propio de una capilla sino de un
cuarto de baño o de una taberna”-afirma el maestro de ceremonias, y en castigo
Miguel Ángel lo retrata, poniendo su efigie en la figura de un Minos que espera
con codicia la llegada de sus víctimas, tiene una serpiente enroscada en las
piernas y está rodeado de diablos. El Papa rechaza las quejas del así
castigado. Este retrato es símbolo de su libertad de artista. Más tarde, cuando
Paulo IV le manda preguntar si tanta desnudez en la Capilla Sixtina no
estorbaría la devoción, el maestro halla improcedente la pregunta, y contesta
con su habitual aspereza: “Dile a su Santidad que es un asunto de poca monta,
fácilmente remediable. Y que procure él antes arreglar el mundo” (Emil
Ludwig, Miguel Ángel, p. 91).
Boris Pasternak escribía: “El trabajo ayuda siempre, puesto que trabajar
no es realizar lo que uno imaginaba, sino descubrir lo que uno tiene dentro”.
En su ensayo “La obra bien hecha y las buenas obras”, C.S. Lewis explica
que, buenas obras son, por ejemplo, dar limosna o ayudar a alguien. Todas ellas
se distinguen claramente del propio “trabajo”. Las buenas obras no tienen por
qué ser obras bien hechas. Desentenderse del propio trabajo o quehacer no es
ejemplar. Y continúa Lewis: “Cuando nuestro Señor suministró un vaso extra de
buen vino en la fiesta de una boda pobre, estaba haciendo buenas obras, pero
también una obra bien hecha, pues se trataba de un vino realmente exquisito”.
Consecuentemente, hay que tener una buena preparación profesional, ya
que hemos de hacer bien el trabajo. Hay que recordar que si no somos profesionales en
el oficio o en el trabajo, nos frustramos, nos enfriamos.
Hay personas que se aburren porque encuentran monótono su trabajo, ni
siquiera saben por qué trabajan, quizás su único fin sea la obtención de medios
económicos. En otras ocasiones, algunos se entregan al trabajo como a una
droga, y descuidan sus obligaciones familiares u otros compromisos. Acaban
convirtiendo en fin lo que era un medio.
La vocación profesional es algo que se va concretando a lo largo de la
vida. Muchas veces uno acaba especializándose en un campo distinto
del que previó al principio o se ve obligado a cambiar de ambiente y de
ocupación. Un padre de familia piensa, no sólo en sus aficiones, sino en el
bien de sus hijos y de su mujer.
El trabajo digno, no sólo como
idea, sino como una agenda estratégica, está ahora al frente de cualquier
discusión por erradicar la pobreza y que una convergencia de
esfuerzos es puesta en camino para su implementación. Sin embargo se mantienen
en crecimiento las desigualdades entre diversos países, la desigualdad y la pobreza constituyen el tema moral del siglo XXI.
Si falta el trabajo o si es
indecente, la persona es empujada hacia una crisis y una persona
en crisis es fácilmente tentada por el comportamiento antisocial y destructivo.