Cuarto
Mandamiento
¿Qué honra
doy a mis padres?
Pbro. José
Martínez Colín
1)
Para saber
Le preguntaron al Duque de Windsor después de una larga estancia en los
Estados Unidos qué le había llamado más la atención. Él contestó: “Lo que más
me impresionó de la relación entre padres e hijos ha sido la obediencia. No
conozco otro país en el mundo en el que los padres obedezcan tanto a los
hijos”. Tal vez lo dijo medio en broma, pero a veces suele pasar. De ahí el
deber ineludible que tienen los padres en la educación de sus hijos, y de modo
especial, en la transmisión de la fe.
En la familia los hijos han de aprender a vivir la obediencia y las virtudes.
En el viaje dentro de los Diez Mandamientos, el Papa Francisco reflexionó ahora
sobre el cuarto mandamiento, que señala honrar al padre y a la madre. Pero,
¿qué significa esa “honra”? Así como honrar a Dios, significa reconocer su
realidad, darle el lugar justo. Así, honrar al padre y a la madre significa
reconocer su importancia a través de acciones concretas y sinceras, que
expresan dedicación, afecto y cuidado. No se trata solo de cuidar las formas
externas, sino hacerlo de verdad.
2)
Para pensar
Una mañana de 1787, en la plaza de Graben, en Viena, un estudiante
llamado Krappemberg, besaba la mano de un
presidiario, que se ocupaba en la limpieza de la calle. Lo advirtió un
ministro, el barón Kresi, y llamó la atención al
joven: “¿Qué ha hecho usted? ¿Besar la mano a un preso?” El estudiante
respondió con lágrimas: “Sí señor, es un preso, pero ese preso es mi padre”.
Conmovido el ministro se lo refirió al emperador José II de Austria, y el preso
fue libertado, pues dijo: “Quien así supo educar a sus hijos y hacerse querer
de ellos, ¡no puede ser un malhechor!”.
El Catecismo señala que el mandamiento se dirige expresamente a los
hijos, pero también por extensión se refiere a las diversas relaciones de
subordinación: a los abuelos o tíos, los alumnos respecto a los maestros, los
obreros con los patronos o los ciudadanos con la patria. (cfr. n. 2199).
3)
Para vivir
El cuarto mandamiento es el único que contiene una promesa en su
formulación: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen y
seas feliz en la tierra que el Señor tu Dios te da” (Deut
5:16).
Incluso, no condiciona esa honra a que los padres y las madres sean
perfectos. Todos los hijos pueden conseguir ser felices, lograr una vida plena,
pues ello depende de ser agradecidos con aquellos que nos han puesto en el
mundo. Muchos jóvenes vienen de historias de dolor o han sufrido en su juventud,
pero ello no les impide lograr su plenitud. Muchos santos, después de una infancia
dolorosa, vivieron una vida luminosa, porque, gracias a Jesucristo, se
reconciliaron con la vida.
El Papa Francisco concluye invitando a honrar a los padres que nos han
dado la vida: “Si te has alejado de tus padres, haz un esfuerzo y vuelve, vuelve
donde ellos; quizás son viejos… Te han dado la vida… Y luego, nunca, jamás,
insultar a los padres. No se insulta nunca a la madre, no se insulta nunca al
padre. ¡Nunca! ¡Tomad esta decisión interior!: a
partir de ahora no insultaré nunca a la madre o al padre de nadie. ¡Le han dado
la vida!”