DELITOS Y SANCIONES…GRACIA (2)

Padre Pedrojosé Ynaraja

Violencia de género es expresión que se repite con frecuencia por los medios. Se repite cuando añaden un nuevo caso, que aumenta el caudal de delitos cometidos.

Y la gente de misa, ¿qué? Asiste sin duda al funeral correspondiente. ¿Queda satisfecha? Supongo que no. ¿Es suficiente? Pobre sería la Fe, si así fuera.

Hay que cambiar de chip, se repite en muchas circunstancias. ¿Hay que cargar baterías? No sé quién inventó la expresión, pero la acepto y añado, sí, hay que cambiarlas.

Continuando con símiles semejantes, la pila espiritual hace tiempo existe y se conserva en buen estado, es Jesús, cuyo corazón late sufriendo pasión mística. Los cristianos cargamos nuestras humildes baterías, conectándonos mediante los sacramentos.

Para la situación conyugal contamos con energía apropiada que es la Gracia Matrimonial.

¿De dónde has sacado las pilas? ¿Quién te las vendió? ¿No ves que ahora para duren, deben ser de Litio y que no estén caducadas? Decimos cuando no funciona bien un reloj de cuarzo.

Con hojalata bien recortada y unos tornillos, se puede construir un reloj (sic) pero para que funcione hay que ponerle pilas. La pila original es el bautismo, las sucesivas cargas son los otros sacramentos.

Aterrizo al momento del inicio.

Con atractivo, simpatía y gustos comunes, sin duda, se puede formar una pareja. Con solo eso, difícilmente formar un matrimonio. El matrimonio cristiano es otra cosa.

La Iglesia lo sabe muy bien. En su “libro de récords Guinness” (“Martirologio romano”) tiene anotados bastantes casos de éxito matrimonial. Baste recordar ejemplos presentes: los padres de Teresa de Lisieux o el más reciente y simpático de Gianna Beretta Molla. En su seno diversas intuiciones han sembrado y germinan asociaciones donde crecen lozanas y felices, uniones íntimas de un hombre y una mujer, a las que las riega el Espíritu Santo, fecundándolas y, consecuentemente, floreciendo, siendo felices, pese a los percances que puedan ocurrir. (continuaré

HOLGAZANERÍA

Hablo de hace 75 años. En Burgos mis hermanas tenían una amiga y esta un hermano. El dicho hermano cometió alguna fechoría y le metieron en un reformatorio. Estaba yo en la edad en la que uno quiere saber todo y lo pregunta todo. Ignoraba lo que tal institución era. Me contaron lo siguiente. Al chico lo meterán en un gran depósito vacio. Llevará unas botas de goma altas hasta la cintura. En el centro del recipiente hay una bomba. Empezará a entrar agua y si no quiere morir ahogado, deberá bombear continuamente para ir vaciando el receptáculo. Así se aprenderá y acostumbrará a trabajar y no robar.

Supongo que no era verdad y que fue respuesta apta para hacer callar al chiquillo que era yo, pero no se me ha olvidado nunca y si soy capaz de situar el hecho anecdótico en el tiempo, es porque en la escuela acababa de estudiar lo que era una bomba aspirante/impelente.

Pese a no estar seguro de que en un reformatorio se obrase así, nunca lo he olvidado y, aun más, he pensado que un tal procedimiento convendría que se aplicara a algunos, o tal vez a muchos, de hoy en día. Van por el mundo unos aprovechando becas que le facilitan la asistencia gratuita a cursillos de no importa que materia, con tal de que pase el tiempo y puedan decir que están haciendo algo, aunque ni siquiera asistan. Otros viven de subvenciones de Caritas, ayudas municipales o aprovechan amistades que invitan a pasar una temporada, hasta que encuentren, según dicen, un empleo que no les explote injustamente, degradando su dignidad. La cosa es vivir sin trabajar y con mucho cuento. Tal proceder me recuerda el dicho de Pablo: “Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de vosotros viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo, que trabajen en paz para ganarse su pan” (IITs 3,2). 

Tal vicio es propio de cualquier estado social o eclesial. Y llegar a una tal crisis lo conozco por experiencia. Ya lo contaré otro día. (continuará

TRABAJO

Desde pequeño suena en mis oídos el bíblico “ganarás el pan con el sudor de tu frente” y por tanto considerarlo como castigo por el pecado del Paraíso y la palada que cada uno va añadiendo. Pero limitarse a este sentido es falsa maniobra, que inclina a huir de él si puede.

Trabajar es digno y saludable. Considerar que es trabajo todo lo que está tarifado y supone ingresos es erróneo. Siempre me ha gustado el trabajo manual, no lo niego.

Durante mi vida sacerdotal he ejercido diversas ocupaciones. Más de una temporada, dedicado a la enseñanza. En estos periodos recibía un salario que acreditaba a la vista de las gentes, que era trabajador. Pero más que sudor dando clases, la consecuencia fue irritación nerviosa, que desequilibraba mi salud. Lo dejé y me incorporé a trabajo de peonaje en una carpintería, durante más de 10 años. Trabajaba, pero no era “cura obrero”. En mi época de seminarista tuve noticia del famoso “La France, pays de misión?” y leí encerrado en un armario y alumbrado por una vela, “Les Saints von en enfer” de Gilbert Cesbron. Lo he dicho para que se comprenda la mentalidad que respecto a las lecturas se tenía en la tal institución.  Conocí y goce de los consejos personales de Mons Ancel, obispo obrero. Admiré a los “prêtres ouvriers”, pero nunca viví su mística de misioneros en el mundo del trabajo, lo mío era otra cosa.

Trabajaba media jornada, ejercía faenas de peón. Lo más temida era descargar un camión de tablones en verano o en riguroso invierno. La labor se hacía exclusivamente a mano. Uno por uno se iba bajando cada madero y, de acuerdo con la abundancia de nudos, se depositaba en uno u otro montón. Penoso trabajo, pero saludable y, como cobraba, para la gente sí que era entonces auténtico trabajador. La verdad es que ganaba menos, pero gozaba de mejor salud mental y me podía entregar más, en paz e ilusión, a mi vocación sacerdotal. Nada hay mejor que enseñar al que no sabe, nada peor que pretender enseñar al que no quiere aprender.

 COMPROMISO 

Cuando presidía celebraciones matrimoniales, insistía siempre yo, que no olvidaran nunca su  compromiso personal. El hombre es el único animal capaz de comprometerse, repetía machaconamente. Si eran jóvenes con inquietudes cristianas, lo entendían muy bien. Se hablaba y discutía mucho por aquel entonces sobre el “engagement chretien”, así en lengua francesa, y a nadie debe extrañarle que fuera en esta lengua ya que las inquietudes espirituales, generalmente, nos llegaban del país vecino y por otra parte era muy útil expresarse en lengua extranjera, ya que así no había equívocos, pues, a algunos, lo de compromiso, les sonaba a “visitas o regalos de compromiso”, cosa antipática, evidentemente. Engagement no tenía nada que ver con engaños protocolarios. 

Por aquel tiempo, pese a diversas dificultades y prohibiciones, el movimiento scout, influía en muchos ámbitos de estas tierras. No hay que olvidar que el mismo Joseph Cardijn, para poner en práctica sus intuiciones y promesa hecha a su padre, se desplazó a Gilwell Park, centro de aprendizaje del movimiento fundado por Baden Powell, para seguidamente, fundar y estructurar la JOC. 

El momento central del que pertenecía al escultismo era el día de su Promesa. Nadie lo  olvidó nunca. Comprometerse con lealtad y plenamente, era un gran honor. “Scout un jour, scout toujours”. Lo recordaba estos días de finales de agosto. Mes de vacaciones, de desconectar, de desplazarse a los sitios más insólitos, los que más interesan, por ser los más desconocidos y que más deslumbrarán a los conocidos, prescindiendo de su valor antropológico o del enriquecimiento personal que pueda suponer tal experiencia. Lo que importa es coleccionar recuerdos, hoy en día también almacenar infinidad de fotos en su móvil o celular, para dar fe de donde han estado ante quien se relacionará. 

¿Y la vida cristiana de aquellas gentes? ¿Y sus iglesias, misas y tradiciones piadosas las habéis compartido? Pregunto. ¡qué va! Estos días desconectaba de todo esto. 

COMPROMISO(2) 

Vuelvo a lo mismo: el hombre es el único animal capaz de comprometerse. Se elogia la fidelidad del perro, el mejor amigo del hombre, dicen que es. Pero el animal es amaestrado, no educado. Es fiel en los terrenos en los que se le ha entrenado. El hombre no, su fidelidad está en función de valores reconocidos y aceptados. 

Creo fue Julián Marías el que dijo que el mayor acto de libertad humana era el voto de obediencia. Que lo entienda quien sea capaz de entenderlo. 

Se le aplican al niño pequeño algunas técnicas que son puro amaestramiento, pues no es capaz de otro aprendizaje. Debe coger la cuchara con la derecha, o limpiarse antes y después de beber agua por pura disciplina. Descubrirá el porqué más tarde. (Excluyo peculiaridades de los zurdos) No hace falta que sea consciente de los ritmos circadianos, ni en la niñez, ni tal vez nunca. Aprenderá cuando sea capaz de aprender el valor de unas normas que libremente aceptará o no. 

Comprometerse es la manifestación de aceptar el valor jurídico que tienen las decisiones humanas y apoyo a la permanencia del amor, sea enamoramiento o amistad. 

Se huye con frecuencia del compromiso. ¿cómo voy a implicarme para siempre con otra u otro, si no se cómo seré yo dentro de unos años? ¿Qué me importa a mí esta persona, si solo compartimos juntos un verano, que ciertamente lo pasamos muy, pero no hubo nada más?. Se teme la amistad comprometedora. Se ignora el enamoramiento adolescente, puro sentimiento, ensueño simple, ausente de goce sensual. Se tiene un móvil, o celular, y se facilita el número, pero no se siente obligado a contestar la llamada si está entretenido en un juego, leyendo insípidos mensajes o escuchando música. 

El compromiso humano invade terrenos tan simples como el ser fiel a un mensaje de una persona a la que se le ha dado el propio e-mail o la dirección postal. Cualquier compromiso, aun pequeño, implica responsabilidad. (Confieso que he pedido perdón a Dios por las cartas que no he contestado, debiendo hacerlo).