La Voz del
Papa
¿Tengo
algún dios?
José
Martínez Colín
1)
Para saber
En su catequesis sobre los mandamientos, el Papa Francisco se refirió al
primer mandamiento, formulado en el libro del Éxodo: «No habrá para ti otros
dioses delante de mí» (Éx 20, 3). El tema de la
idolatría sigue siendo actual y llega a muchos, incluso hay quienes no son
conscientes de ser idólatras.
El mandato prohíbe hacer ídolos de todo tipo de realidad, en usar
cualquier cosa como ídolo, pues «la idolatría no se refiere sólo a los cultos
falsos del paganismo… Consiste en divinizar lo que no es Dios» (Catecismo de la
Iglesia Católica, n. 2113).
Se hace un dios de algo cuando se pone en el centro de la propia vida. Hoy
en día el mundo ofrece el «supermercado» de los ídolos, que pueden ser objetos,
imágenes, ideas, dinero, cargos… Entonces se convierte en algo absoluto e
intocable, más importante que un cónyuge, que un hijo, que una amistad o que el
mismo Dios.
2)
Para pensar
El Papa Francisco recordaba que una vez fue a una parroquia en la
diócesis de Buenos Aires para celebrar una misa y como después tenía que hacer
las confirmaciones en otra parroquia a un kilómetro de distancia se fue
caminando. Atravesó un bonito parque. Pero en ese parque había más de 50 mesas
cada una con dos sillas y la gente sentada una delante de otra. ¿Qué hacían? El
tarot. Iban ahí «a rezar» al ídolo. En vez de rezar a Dios que es providencia
del futuro, iban ahí porque leían las cartas para ver el futuro y es una
idolatría.
Los ídolos nos roban el verdadero amor. El apego a un objeto o a una idea
nos hace ciegos al amor. Y por ir detrás de un ídolo, podemos incluso renegar
al padre, la madre, los hijos, la mujer, el esposo, la familia... lo más
querido.
El Papa Francisco nos pregunta: “¿Cuántos de ustedes van a que les lean
las cartas o lean la mano para ver el futuro, en vez de rezar al Señor? ¿Cuántos
ídolos tengo? ¿Cuál es mi ídolo? Y nos invita a quitarlo y tirarlo por la
ventana.
3)
Para vivir
La palabra «ídolo» en griego deriva del verbo «ver». Un ídolo es una
«visión» que tiende a convertirse en una fijación, una obsesión. Los ídolos
exigen un culto: a ellos hay que postrarse y sacrificar todo. Así como en la
antigüedad se hacían sacrificios humanos a los ídolos, también hoy exigen
sacrificios: como la diosa de la propia profesión que exige se sacrifican los
hijos, descuidándoles o simplemente no queriendo tenerlos. O también la belleza
puede convertirse en diosa y pide todo nuestro tiempo y dinero, demasiadas horas
delante del espejo o en el gimnasio. No es malo maquillarse o hacer ejercicio,
pero de forma normal, no para convertirla en una diosa. La diosa de la fama pide
a veces la inmolación de la propia inocencia y autenticidad. El dios del dinero
roba vidas o el dios del placer lleva a la soledad. Algunas empresas sacrifican
vidas humanas para mayores utilidades. El dios de la propia afirmación pide
vivir en la hipocresía. También la droga es un ídolo, y arruina vidas, destruye
familias. Los dioses prometen felicidad y vida pero no las dan, en realidad la
quitan. En cambio, el Dios verdadero no pide la vida, sino que la dona. Solo el
Dios verdadero nos enseña a amar y no pide hijos, sino que dona a su Hijo por
nosotros.
José
Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad
de Navarra)