Hacer grande lo pequeño
“Alegraos y regocijaos” (16)
Pbro. José
Martínez Colín
1)
Para saber
Cuando se está construyendo una gran edificación, es común que algunas
personas observen cómo va creciendo poco a poco, ladrillo tras ladrillo, se levanta
una y otra pared, hasta que llega a su fin. De modo similar, la santidad
también se consigue poco a poco, día a día, con nuestra correspondencia en cada
detalle a la acción del Espíritu Santo en nuestras almas.
El Papa Francisco nos recuerda que Jesús invitaba a sus discípulos a
prestar atención a los pequeños detalles, como fijarse cuando de cien ovejas
faltaba una, o cuando se acabó el vino en las fiestas de la boda, o cuando una
viejecita echaba de limosna dos pequeñas monedas de ínfimo valor, y otros
sucesos similares (Cfr. “Alegraos y regocijaos”, n. 144). Lo ordinario es que
la vida esté compuesta por una serie de obras pequeñas y ahí hay que poner amor
a Dios.
2)
Para pensar
El alumno, según él, había
terminado de pintar un cuadro. Llamó a su maestro para que lo evaluara. Se
acercó el maestro y observó la obra con detenimiento. Entonces, le pidió al
alumno la paleta y los pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí
y allá. Cuando le regresó las pinturas al alumno, el cuadro había cambiado
notablemente. El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos había pasado de
mediocre a sublime. Casi con reverencia le preguntó a su maestro: “¿Cómo es
posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado tanto el
cuadro?”
El maestro contestó: “Es
que en esos pequeños detalles está el arte. Si lo vemos despacio, nos daremos
cuenta que todo en la vida son detalles. Los grandes acontecimientos nos
deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos pequeños milagros que nos
rodean: Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un hijo, son
ejemplos de pequeños detalles que al sumarse hacen diferente nuestra
existencia. Todas las relaciones ‑familia, matrimonio, noviazgo o amistad‑
se basan en detalles. Nadie te pedirá que escales el Monte Everest para probar
tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos cuando está enfermo o
le hables el día de su cumpleaños, o le regreses su llamada. Hay quienes se
pasan el tiempo esperando una oportunidad para demostrar de forma heroica su
amor por alguien, y dejan pasar muchas otras, modestas pero significativas. La
felicidad no es un suceso majestuoso que nos cambia, sino que se finca en
detalles que sazonan día a día nuestra existencia. No podemos desestimar el poder
de las cosas pequeñas: una flor, una carta, una palmada en el hombro, una
palabra de aliento o un mensaje. Pueden parecer poca cosa, pero no son
insignificantes, son detalles que se convierten en el cemento que une los
ladrillos de esa construcción que llamamos relación.
Pensemos si no estamos
descuidando esos detalles en nuestra convivencia diaria.
3)
Para vivir
Un santo que dio importancia a las cosas pequeñas fue San Josemaría.
Predicaba que la santidad nos las otorga el Señor cuando ponemos amor de Dios
en cada obra, por pequeña que sea. Por ello recomienda en Camino: “Hacedlo todo
por Amor. ‑Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. ‑La
perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo” (n. 813).