Voz del Papa
“Alegraos y regocijaos” (14)
José
Martínez Colín
1)
Para saber
En una ocasión un grupo de periodistas le pidieron a la Madre Teresa de
Calcuta un consejo que les sirviera para toda la vida. La santa los miró y
sonriendo les contestó: “Sonrían”. Y al verlos sorprendidos añadió. “Y lo digo
completamente en serio”.
A veces se tiene una errónea imagen del santo, como una persona buena,
pero triste, sufriente. Pero el Papa Francisco, en su Exhortación Apostólica,
al hablar del deseo de Dios para que todos seamos santos, nos recuerda que ser
santos no es tener “un espíritu apocado, tristón, agriado, melancólico… El
santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el
realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado”. La razón
es que el gozo, la alegría, es una consecuencia del amor, pues “todo amante se
goza en la unión con el amado” (n. 122). Y si estamos unidos a Dios, nuestro
Amor, el gozo es su resultado.
2)
Para pensar
Francisco José Haydn
(1732–1809), compositor austriaco, alcanzó gran renombre en el mundo de la
música. Interesante es la música religiosa que compuso, en la que muestra su
serenidad espiritual.
No faltó quien le
criticara porque la música que componía para las misas era demasiado alegre, pero
el músico solía contestar “Cuando pienso en Dios, mis notas surgen copiosas
como el agua de una fuente; si Dios ha querido darme un corazón alegre, me
perdonará que le sirva alegremente, ¡así es como quiere Dios que se le sirva!”.
Próximo a la muerte,
escribió: «Quiero que mi vida sea como mis composiciones, que comenzaban con el
nombre del Señor y terminaban con el aleluya de alabanza».
Podemos perder la alegría
cuando nos falta saber descubrir la presencia de Dios que nos ama y vela por
nosotros. Pensemos en qué estamos apoyando nuestra alegría.
3)
Para vivir
La Sagrada Escritura nos invita en varias ocasiones a estar
alegres: “En cuanto te sea posible, cuida de ti mismo… No te prives de pasar un
día feliz” (Si 14, 11.14). Sobre todo, con la llegada de Cristo la alegría
brota natural. Cuando un ángel anuncia su nacimiento, le dice a los pastores:
“No temáis, vengo a anunciaros una gran
alegría… os ha nacido el Salvador”. La Virgen María era consciente del gran
bien que nos trajo su Hijo y por ello cantaba: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador” (Lc
1, 47). San Pablo no deja de recomendarnos: “Alegraos siempre en el Señor; os
lo repito, alegraos” (Fil 4,4).
El Papa Francisco nos advierte que no se trata de la alegría falsa que se
empeña en adquirir cosas materiales, pues el consumismo, aunque da placeres
ocasionales y pasajeros, solo empacha el corazón. Se trata de una alegría
profunda y sólida que, aunque haya momentos duros, tiempos de cruz, nada puede
destruirla, pues esa alegría sobrenatural nace de la seguridad personal de
saberse y ser infinitamente amados por Dios.
San Felipe Neri (1515-1595), italiano nacido en Florencia, tenía muy bien
humor. Les dio refugio a muchos niños pobres y les repetía siempre: “¡Alegría,
hijos míos, alegría! Los tristes van al infierno y no a la alegre casa de Dios.
Cuando no tengáis qué hacer, reíos, y si tenéis trabajo y lo estás haciendo,
¡reíos!”
José
Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad
de Navarra)