Para poder ver a Dios

“Alegraos y regocijaos” (9)

Pbro. José Martínez Colín

1)    Para saber

 

La palabra que la Biblia utiliza para nombrar la “santidad” es el término hebreo “qadash” que significa “estar limpio”, “sagrado”, “físicamente puro”. Para alcanzar la santidad, a la que todos estamos llamados por Dios, hay que acercarse a esa limpieza y pureza.

Nuestro Señor nos lo recuerda: “Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios”. La pureza es una condición para la santidad.

En su Exhortación Apostólica, el Papa Francisco apunta que la bienaventuranza se refiere a tener un corazón sencillo, puro, sin suciedad, porque un corazón que sabe amar no deja entrar en su vida algo que atente contra ese amor” (“Alegraos y regocijaos”, n. 83).

 

2)    Para pensar

 

La virtud de la pureza es un tesoro que hay que valorar y custodiar. Miguel de Cervantes lo supo ejemplificar acertadamente en un episodio de “El Quijote de la Mancha”.

Nos cuenta que, cuando Sancho Panza era gobernador de una ínsula, se le presentó una mujer llorando y diciendo que mientras viajaba sola por un camino, un hombre se acercó y le robó el tesoro de su castidad. Sancho mandó llamar a aquel hombre y él confesó que el diablo y sus pasiones lo incitaron a cometer ese atropello en que la señora no había opuesto seria resistencia, pero estaba dispuesto a pagar la multa que le impusieran por aquella falta.

Sancho le ordenó pagar una bolsa llena de monedas de oro a la mujer, la cual se volvió muy contenta a su casa.

Pero cuando ella iba de camino, mandó Sancho al hombre acusado a que le quitara la bolsa llena de oro. Al rato volvió la mujer chorreando sangre y despeinada, herida y maltratada, a decirle al gobernador que aquel hombre malvado se había atrevido a atacarla nuevamente para robarle el tesoro de la bolsa de oro.

“Y, ¿dejó que le robara ese tesoro?”, preguntó el gobernador. A lo que la mujer contestó: “Ah, eso si no, antes me matan que robarme ese tesoro”.

“Ajá, exclamo Sancho Panza, conque para no dejarse robar la bolsa de oro, permitió que la hirieran y la hicieran derramar sangre. Y en cambio cuando trataron de robarle el tesoro de su castidad, no opuso resistencia. Pues sepa usted, la falta de castidad no fue de uno, sino fue entre los dos. Si usted hubiera preferido la muerte antes de pecar, no la habrían irrespetado. Así que quítenle el oro a la mujer y devuélvanlo al hombre, porque ella no fue valerosa en la defensa de la virtud”. Y la gente se admiró del buen juicio de Sancho.

 

3)    Para vivir

 

Toda virtud nos hace mejores, y la de la pureza tiene su importancia al proteger algo muy valioso: el amor a Dios y al prójimo. Si se descuida, nos aleja de Dios y nos entorpece mirar a los demás en su debida dignidad. Por ello hay que empezar por cuidar lo que vemos, pues nos podemos corromper.

No obstante, gracias a la misericordia de Dios podemos ser limpiados, por medio de Jesucristo, especialmente en el Sacramento de la Penitencia.

Quien fuera Arzobispo Primado de México, Mons. Luis María Martínez (1881-1956), pedía al Señor: “Para amarte con delicadeza necesito ser muy puro; estar acostumbrado a vivir en la pureza, a respirar pureza. Báñame de pureza, imprégname de pureza, para amarte como quieres, de manera delicada y exquisita”.

 

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