Envueltos por el amor de Dios
P. Fernando Pascual
8-6-2018
Una de las experiencias más
hermosas en la vida espiritual consiste en descubrir lo mucho que Dios nos ama.
Santa Ángela de Foligno (1248-1309) tuvo la gracia de esa experiencia, como
relata en diversos lugares de su obra "Libro de la vida" (o
simplemente "El libro" o "Memorial").
En uno de los pasajes de esta
obra, la santa muestra su sorpresa ante tanto amor:
"Y cuando mi alma decía:
¿Por qué tienes un amor tan grande por mí que soy pecadora? ¿Por qué te
complaces tanto en mí, que soy tan enormemente indigna? ¿Por mí que en toda mi
vida no hice más que ofenderte?".
En esos momentos Ángela
reconocía su completa indignidad: "Entonces veía que nunca había hecho
algún bien sin cometer muchos defectos".
¿Cómo respondió Dios ante los
sentimientos de aquella mística? Ella lo expresa así: "Y Él me consolaba:
Es tan grande el amor que he puesto en ti que no me acuerdo de tus faltas. Mis
ojos no las miran. En ti he escondido un gran tesoro".
Sí: Dios ha puesto en cada
bautizado un gran tesoro. No solo ha perdonado nuestras faltas sino que nos
repite una y otra vez que nos ama mucho, que somos importantes para Él.
Porque, como enseña san Juan, "en
esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él
nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1Jn
4,10).
Estamos envueltos por el amor
de Dios. Como tantos santos del pasado y del presente, podemos dejar que limpie
nuestros pecados y que nos susurre al corazón lo que repetía tantas veces a
santa Ángela de Foligno:
"Hija mía, mucho más
querida a mí que yo a ti, templo, delicia mía: el corazón de Dios omnipotente
está ahora sobre tu corazón".