GRAN GESTO

 

Uno de los gestos más comunes de Jesús era el compartir la mesa con los demás.

Nos cuesta hacernos una idea acabada de lo que serían aquellos momentos.

Jesús, como uno más, se sentaba y compartía la misma comida mientras conversaba y reía junto con los otros comensales.

No eran, sin duda, unas reuniones de caras largas ni de rituales estructurados.

Eran reuniones donde dominaba la camaradería y el gozo de estar juntos.

No faltarían las pullas y las bromas sobre momentos vividos.

No eran momentos donde Jesús aprovechaba para hacer proselitismo sino instancias donde crecía la cercanía y la igualdad.

Con oyentes, con amigos, con invitados a una fiesta de bodas o con sus discípulos. Todo era una oportunidad para estar cerca y compartir charlas cargadas de vida.

Lejos, muy lejos, estaban esos momentos de ser un algo carente de espontaneidad o de vida cotidiana.

Jesús era, sin dudarlo, todo un personaje al que muchos querían conocer un algo más. Por ese motivo no faltaban las invitaciones a alguna comida.

Jesús tenía muy en claro que lo suyo era un sacramento vivo del amor de Dios y en esas oportunidades, con su presencia, no hacía otra cosa que testimoniar a un Dios fraterno, alegre y respetuoso de las vivencias de los demás.

Comería con gusto, ponderaría la comida servida y con su conversación ayudaría a crear un clima distendido porque fraterno.

Tendría muchas anécdotas para compartir y las relataría con chispa y color.

Tendría momentos de silencio donde escucharía con atención los relatos de los demás.

Tendría la oportunidad de algún comentario particular y en voz baja para alguno de los presentes.

Las comidas de Jesús con los demás ocupan un lugar preponderante en su actividad. Vaya uno a saber la razón por la que no se le ha dado la importancia que tiene, según los relatos evangélicos, en la presentación que suele hacerse de Jesús.

No es casualidad el que haya deseado quedarse para prolongarse en una comida.

“Hagan esto en conmemoración mía” dijo en su última cena.

¿Qué es “esto”?

Hay muchos renglones escritos sobre un intento de respuesta a esta pregunta. Hay autores que discrepan en su intento de encontrar una respuesta.

¿El cumplimiento de un ritual? ¿Una comida compartida?  ¿La instauración de un nuevo ritual?

Personalmente no creo que Jesús se apartase de lo que fue su accionar para instaurar un nuevo ritual para añadirlo a una religión cagada de rituales.

Tampoco se realizó, allí ritual alguno puesto que nada de lo allí sucedido estaba estipulado ni señalado.

En aquella comida existen una serie de grandes gestos que son los que Jesús quiere continuemos realizando “en memoria” suya.

El gesto de la mesa compartida con todo lo que ello debe tener como encuentro de fraternidad e igualdad.

El gesto de la servicialidad plena (lavatorio de los pies) hecha realidad bien concreta.

El gesto del pan y el vino compartidos. Es su vida que se queda en el fruto del trabajo de los hombres y se da como alimento de vida y unidad.

Tres gestos que se aúnan para realizar el gran gesto de Jesús que se prolonga entre nosotros definitivamente.

 

Padre Martin Ponce de Leon SDB