Sobre la responsabilidad
P. Fernando Pascual
1-6-2018
La responsabilidad existe
gracias a un hecho muy sencillo: somos libres ante mucho de lo que hacemos o de
lo que dejamos de hacer.
¿Quién rompió el vaso? ¿Quién
dejó la computadora encendida? ¿Quién ensució la cocina? ¿Quién se olvidó de
cerrar bien la puerta?
Con preguntas como esas
queremos saber quién fue responsable de ciertas acciones que, en muchos casos,
tienen consecuencias dañinas.
No podemos olvidar,
igualmente, que muchas otras acciones tienen consecuencias buenas y se
construyen desde opciones éticamente válidas.
Pensemos, por ejemplo, en
quienes ayudan a un anciano a tomar sus medicinas, o en quienes ponen orden en
la habitación para facilitar la vida en familia.
Desde mentes atentas y desde
voluntades orientadas al bien, somos capaces de iniciar procesos que
contribuyen a mejoras en la familia, en la ciudad, incluso en el mundo.
Eso es posible gracias a esa
dimensión de la libertad que está tan unida a la responsabilidad. Porque solo somos
responsables de aquello que libremente hicimos o dejamos de hacer.
La responsabilidad, dicen
algunos autores, es uno de los puntos centrales de la ética en el mundo
presente. En realidad, ha sido siempre objeto de atención de cualquier visión
filosófica orientada según sanos principios y antropologías completas.
Cada día tenemos ante nosotros
un sinfín de retos, peticiones, deseos, urgencias y ratos de descanso. Según lo
que decidimos, el mal se hace más insidioso, o el bien avanza y produce mejoras.
La responsabilidad está en nuestras manos.
Ahora toca decidir qué vamos a
hacer. Lo haremos correctamente si acogemos buenos consejos y ponemos la mirada
en nuestro mundo y en el mundo que nos espera a cada uno tras la muerte, cuando
nos encontraremos con Dios que es Juez justo y que aprecia todo esfuerzo que
hayamos realizado por amor a los hermanos...