¿Dichoso el
que llora?
“Alegraos y
regocijaos” (7)
Pbro. José
Martínez Colín
1)
Para saber
Hoy en día, dice el Papa Francisco, el mundo nos propone el
entretenimiento, la distracción, la diversión, queriendo hacernos pensar que esa
es la única manera de tener una buena vida. Sin embargo, tarde o temprano
aparece el sufrimiento, el dolor. Entonces se presentan dos opciones: Mirar
hacia otro lado ignorando las situaciones dolorosas para no sufrir, así como el
mundo nos invita. O una segunda opción, afrontar esas situaciones padeciendo
con el que sufre, aunque vaya en contracorriente con un modo común de pensar,
pues implica también sufrir.
A la segunda opción hace referencia la Bienaventuranza del Señor:
“Dichosos lo que lloran porque serán consolados”. El Papa Francisco nos señala
las Bienaventuranzas como el modo concreto para llegar a la santidad. Y nos alienta
a no tener miedo a la cruz ni a sufrir por amor a Dios, pues “saber llorar con
los demás, esto es santidad”. No podemos olvidar que el mismo Jesús lloró en
varias ocasiones y siempre se compadeció del dolor de los demás.
El dolor vino como consecuencia del pecado, pero una vez entrado en la
vida del hombre, el Señor logró que pudiéramos aprovecharlo para nuestro bien. Nuestro
Señor le quitó el veneno al dolor y al sufrimiento y los transformó en un
tesoro redentor. Nos descubrió que puede tener un valor y es una oportunidad de
amar al consolar al que sufre.
2)
Para pensar
Un biógrafo de San Juan Pablo II, André Frossard,
recuerda que cuando lo entrevistó, el Papa recordaba con emoción el ejemplo que
recibió de sus padres, y la gran huella que significó para su vida de piedad.
De su madre recibió los inicios de su fe y aprendió las primeras oraciones,
pero falleció cuando se preparaba para recibir la Primera Comunión. Y de su
padre recuerda que le influyó mucho la manera en que supo afrontar el
sufrimiento, pues llevaba una vida difícil al haber muerto su esposa y un hijo.
Así lo menciona San Juan Pablo II: “Mi padre era admirable. Los violentos
golpes que tuvo que soportar abrieron en él una profunda espiritualidad, y su
dolor se hacía oración. El mero hecho de verle rezando de rodillas tuvo una
influencia decisiva en mis años de juventud”.
Pensemos cómo afrontamos el dolor, teniendo presente que en
la manera en que lo hagamos, influiremos también en los demás.
3)
Para vivir
Hay una regla de oro que Dios ha inscrito en la naturaleza humana creada:
la regla de que solo el amor da sentido
y felicidad a la vida, dice el Papa Francisco. Por eso le pide a la Santísima
Virgen que nos ayude a no tener miedo a la cruz…, “que no temamos sufrir por
amor a Dios, a los hermanos, porque este sufrimiento, por la gracia de Cristo,
es fecundo de resurrección”.
Hemos de cuidar de no caer en “la tentación de querer seguir a un Cristo
sin cruz… Jesús nos recuerda que su vida es el camino del amor, y no hay
verdadero amor sin el sacrificio de sí mismo”, explicó el Papa Francisco.
Por eso, si queremos tener una vida
feliz, no se encontrará mirando a otro lado del dolor. San Josemaría nos lo
recuerda: “Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida
cómoda, sino un corazón enamorado” (Surco 795).