“Alegraos y
regocijaos” (6)
Cuando no
tener es más
Pbro. José
Martínez Colín
1)
Para saber
Todos estamos de acuerdo en querer ser felices. Sin embargo, no siempre
sabemos cómo conseguirlo. El Papa Francisco ha recordado que la santidad nos
lleva a la felicidad. Pero aún cabría preguntarse: ¿cómo puedo conseguir esa
santidad que es felicidad? ¿Cómo se le hace para ser buen cristiano? En la
ocasión pasada veíamos que no basta con “no matar y no robar” para ser santos.
Ahora el Papa Francisco nos dice que lo más iluminador para ser buen cristiano
es ir a las palabras de Jesús. La respuesta está en el Sermón de las
bienaventuranzas. La misma palabra “bienaventuranza” es sinónimo de “feliz” y
de “santo”.
En el capítulo tercero de la Exhortación Apostólica “Alegraos y
regocijaos”, el Papa explica las bienaventuranzas, recordándonos que no son
fáciles de vivir, pues van en contracorriente a muchas costumbres que se han
adquirido hoy en día. No obstante, es posible vivirlas con la ayuda del
Espíritu Santo que nos puede liberar de la debilidad de nuestro egoísmo,
comodidad y el orgullo (cfr. n. 65).
2)
Para pensar
La primera bienaventuranza nos dice: “Felices los pobres de
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Es una invitación para
reconocer en dónde tenemos puesto el corazón, en dónde está la seguridad de
nuestra vida: si está en Dios o en las criaturas. Porque si tenemos el corazón
lleno de cosas, no dejamos lugar para el Señor.
En la biografía de San Macario se cuenta que fue un hombre
muy feliz los casi cien años que vivió. Le hacía honor a su nombre que
significa “feliz”. Decía que tenía mucha juventud acumulada, o como dice un
refrán: “El corazón no envejece, el cuero es el que se arruga”. Se caracterizó
por vivir la pobreza. Abandonó sus bienes y quiso vivir sólo con lo
indispensable. En una ocasión, siendo anciano y con varias dolencias, iba con
un compañero a la orilla del río Nilo. En eso se cruzó un pelotón de soldados,
los cuales se quedaron impresionados al ver la alegría que tenían. Uno de ellos
comentó: “Es curioso cómo ese par de viejos descuadernados son tan felices en
medio de su pobreza”. Macario los oyó y le contestó: “Hermanos soldados,
ustedes tienen razón en llamarnos hombres felices, como lo atestigua nuestro
nombre de Macario. Somos felices porque despreciamos la riqueza, ustedes viven
desasosegados porque son sus servidores”. El capitán se quedó con aquella
espina clavada, hasta que decidió seguir una vida semejante.
Pensemos en dónde tenemos puesta nuestra seguridad, por si
acaso no estaremos impidiendo que entre el Señor en nuestras vidas.
3)
Para vivir
El Papa nos recuerda “la santa indiferencia” que proponía san Ignacio de
Loyola con la cual se alcanza la libertad de espíritu. Se trata de ser
indiferentes a las cosas creadas, de tal manera que las tengamos o no las
tengamos, no perdamos la paz y la alegría. Así tengamos salud o enfermedad,
pobreza o riqueza, vida larga o corta, no nos debiera inquietar nada. De modo
similar San Josemaría nos invita a vivir sin inquietarnos, dando gracias a Dios
“porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes… Dale gracias por todo,
porque todo es bueno” (Camino n. 268).