Con cariño

P. Fernando Pascual

12-5-2018

 

Un collar, una rosa, un libro. Regalos. Lo más importante, el cariño que los acompañaba.

 

Limpieza en el cuarto de baño. Orden en el armario. Ropa bien planchada. En todo, cariño.

 

Más que los gestos, las acciones, los objetos, lo que importa es el cariño que ponemos en cada cosa.

 

Quizá nos equivocaremos. Ese libro no era el adecuado. Aquel cuadro desentona en la pared. Pero si hubo cariño, valió la pena.

 

Ciertamente, el cariño lleva a buscar con atención aquello que será mejor para el ser amado. Si fallamos, con gusto repararemos con una caricia o con palabras de ternura.

 

También el cariño ilumina nuestras relaciones con Dios. Porque nuestro Padre de los cielos tiene un amor infinito y desea corazones que amen plenamente.

 

El cariño divino explica la belleza de un clavel, la frescura de un manantial, la fascinación de unos copos de nieve, la solemnidad de un bosque de hayas.

 

Ese cariño está en el origen de la sonrisa de un hijo de pocos meses, en la alegría desbordante de un niño, en la mirada enamorada de un joven, en la serenidad de un adulto o un anciano.

 

En el camino de la vida, recibir y dar cariño permiten encontrar el sentido de cada cosa que hacemos, embellece el mundo con un toque particular de cercanía enamorada.

 

Hoy puedo abrir los ojos del alma para descubrir qué señales de cariño me ofrecen Dios y muchos corazones buenos, y para ver cómo puedo responder con cariño a tanto amor que llega gratis a las puertas de mi vida...