Recibir

P. Fernando Pascual

4-5-2018

 

En la vida buscamos hacer, producir, conquistar, triunfar. Pero lo más importante, lo más decisivo, consiste en recibir.

 

Porque la misma vida es un don que nunca pedimos. Empezamos a existir cuando empezamos a ser acogidos.

 

Luego, a nuestro cuerpo y nuestro corazón llegaron miles de dones, grandes o pequeños, de quienes estaban a nuestro lado.

 

Desde que fuimos concebidos, y hasta que llegue la despedida última, recibir será siempre algo fundamental en nuestra historia personal.

 

Especialmente, la vida consiste en recibir amor. El amor de familiares y amigos. El amor, sobre todo, de un Dios que inició nuestra existencia y nos espera en el cielo.

 

Recibir, entonces, es la clave para comprender todo lo que somos y para dar sentido a lo que hacemos.

 

Porque si podemos llevar a cabo algo bueno es porque antes hemos recibido tantos dones de Dios y de los hermanos.

 

San Pablo explicará estas verdades con un texto sencillo y lleno de pasión: "¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?" (1Co 4,7)

 

Desde lo que acogemos como don, desde lo que recibimos con alegría, podemos luego empezar a dar, con generosidad, con grandeza de ánimo.

 

Así nos lo enseña el mismo Jesucristo: "Gratis lo recibisteis; dadlo gratis" (Mt 10,8). Por eso necesito compartir lo mucho bueno que llegó a mi vida.

 

Dios me concede un nuevo día. Recibo, también ahora, mucho amor. Desde los dones recibidos, inicia en mi alma una cascada de bondad, que puede avanzar hacia otros corazones.

 

Junto a la multitud de creaturas que existimos porque Dios nos quiso, elevo mi oración de gratitud al Padre de quien procede "toda dádiva buena y todo don perfecto" (cf. St 1,17). Y alabo a su Hijo, Jesucristo, que me ha amado y se ha dado a Sí mismo por mí (cf. Gal 2,20).