“Alegraos y regocijaos” (3)
José
Martínez Colín
1) Para saber
De manera muy clara
el Papa Francisco nos ejemplifica cómo, con pequeños pasos, se progresa en el
camino que lleva a la santidad: “Una señora va al mercado a hacer las compras,
encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta
mujer dice en su interior: «No, no hablaré mal de nadie». Este es un paso en la
santidad. Luego, en casa, su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y
aunque esté cansada se sienta a su lado y escucha con paciencia y afecto. Esa
es otra ofrenda que santifica. Luego vive un momento de angustia, pero recuerda
el amor de la Virgen María, toma el rosario y reza con fe. Ese es otro paso. Luego
va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con
cariño. Ese es otro paso” (“Alegros y regocijaos”, n. 16).
Y así, con pequeños
pasos que están al alcance de todos, día a día, en medio de las realidades
cotidianas, obrando en cada momento según la voluntad de Dios, se llega a la
santidad.
2) Para pensar
La santidad será llevar
a cabo la misión para la que el Señor nos ha creado: somos un proyecto de Dios
Padre para reflejar y encarnar un aspecto del Evangelio, y más en concreto, de
Cristo: “la santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros”.
San Benito de Labre
(1748-1783) fue un santo francés que se le conoce como el “santo mendicante”. Benito era el mayor de una familia de quince
hijos, y decidió entregarse al Señor atendiendo a los a los pobres, y yéndose a
vivir con ellos como un mendigo. Incluso el producto de su mendicidad se lo ofrecía a otros pobres.
Cuando murió Benito, se buscó ansiosamente
una imagen suya. Pero, ¿dónde encontrar el retrato del mendigo? Entonces
alguien recordó que un conocido pintor romano, Cavallucci, años antes, cuando
quiso pintar un Cristo, no encontraba un rostro que mostrara su humildad y
mansedumbre. Entonces, al fin, encontró a Benito. Al pintor le pareció un
modelo ideal para su propósito, pues su cara traslucía una intensa
espiritualidad. Y así, encontraron el rostro del santo que se conserva hasta
nuestros días.
Los santos nos
enseñan cómo lucharon por mostrar a Cristo. Pensemos en qué medida nuestra vida
se asemeja a la de Cristo.
3) Para vivir
El Papa nos indica que la santidad es hacer
vida nuestra los diferentes aspectos de la vida de Cristo: puede implicar
replicar su vida oculta o su vida comunitaria, su pobreza, su humildad, su
cercanía con los últimos, su misericordia o asociarnos a su muerte y
resurrección, pues “todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en él y
que él lo viva en nosotros” (Ibid, n.20).
El Papa nos indica: “pregúntale siempre al
Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada
opción que debas tomar… y permítele que forje en ti ese misterio personal que
refleje a Jesucristo en el mundo de hoy”. De esa manera viviremos con la paz y la
alegría que nos da el ir por el camino seguro.
José Martínez Colín es
sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra)