¿Dónde sostengo mi ancla?
José
Martínez Colín
1) Para saber
“La resurrección de Cristo es la verdadera
esperanza del mundo, que no defrauda”, ha dicho el Papa Francisco el domingo de
Pascua, desde el balcón de la basílica de San Pedro.
La fuerza del amor, enfatizó el Papa, hoy
también da frutos en los surcos de nuestra historia, marcada por tantas
injusticias y violencias: “Lleva frutos de esperanza y dignidad allá donde hay
miseria y exclusión, hambre y falta de trabajo… víctimas del narcotráfico, de
la trata de personas y de las esclavitudes de nuestro tiempo”.
2) Para pensar
Durante sus vacaciones en la costa, una
familia presenció una gran tempestad. Las olas subían a enormes alturas
mientras que los vientos fuertes sacudían violentamente las embarcaciones que
estaban amarradas al muelle.
Un niño de doce años, que miraba desde la
ventana, se fijó en que sólo la boya flotaba serenamente en aquel turbulento
mar y se mantenía en su lugar a pesar de los vientos fuertes. Así lo comentó en
su casa: “Aunque se hundía de vez en cuando, siempre volvía a subir sin daño y
en el mismo lugar”.
Entonces el papá les explicó que la boya se
mantenía firme a pesar del viento fuerte porque estaba amarrada a un ancla en
el fondo del mar, y agregó que también así es nuestra vida. Cuando nuestra fe
está anclada en Cristo podemos enfrentarnos sin temor y con calma a cualquier
viento contrario en la vida. No existe bendición como la de una perfecta
confianza en el Señor.
Sucede que al poner nuestra esperanza en algo
pasajero y superficial como un afán desordenado de éxito, placer, poder o
dinero, conduce a perder la paz, pues no suelen ser duraderas ni confiables.
Pensemos en qué tenemos puesta nuestra “ancla”.
3) Para vivir
Jesús mismo había preanunciado su muerte y
resurrección con la imagen del grano de trigo. Decía: «Si el grano de trigo no
cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn
12,24). Esto es lo que ha sucedido: Jesús, el grano de trigo sembrado por Dios
en los surcos de la tierra, murió víctima del pecado del mundo, pero en su
muerte estaba presente toda la potencia del amor de Dios, que se liberó y se
manifestó el tercer día, y que celebramos: la Pascua de Cristo Señor.
“Esta es la fuerza del grano de trigo, la del
amor que se rebaja y se entrega hasta el final, y que realmente renueva el
mundo…, por ello la muerte, la soledad y el miedo ya no son la última palabra”,
dijo el Pontífice.
Con Cristo resucita nuestra esperanza creativa
para enfrentar los problemas actuales, porque sabemos que no estamos solos.
Esto se canta en el Pregón Pascual: la Resurrección de Cristo «ahuyenta los
pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los
tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos».
El Papa hizo la observación de la gran
cantidad de flores que habían preparado para la celebración y comentó: “En
algunos lugares se llama también Pascua florida porque florece el Cristo
resucitado: es la flor nueva; florece nuestra justificación; florece la
santidad de la Iglesia. Por eso tantas flores: es nuestra alegría”.
José Martínez Colín es
sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra)