Una Iglesia creíble
P. Fernando Pascual
20-3-2018
Entre los comentarios que
circulan sobre la Iglesia católica, algunos expresan consejos para que la
Iglesia sea más creíble. ¿Qué significa eso?
Una persona deja de ser
creíble si dice mentiras, si actúa con una doble moral, si abusa de la
ingenuidad de la gente en provecho propio, si dice aspirar a unos ideales y
luego persigue otros.
Al revés, una persona resulta
creíble si sus palabras parecen sinceras, si lo que dice tiene señales de
validez, si se comporta de modo coherente con principios buenos, si ofrece
contenidos que ayudan a los seres humanos.
Aconsejar a alguien que cambie
esto o lo otro para hacerse creíble significa pedirle que modifique ciertos
aspectos de sus palabras y de sus acciones, para así lograr una mayor
aceptación por parte de otros.
Volvamos a los consejos de
quienes buscan ayudar a la Iglesia a hacerse creíble. Tales consejos se
construyen sobre dos presupuestos. El primero: suponer que la Iglesia carece de
credibilidad.
Este presupuesto puede ser
explicado de maneras diferentes. Para algunos, carece de credibilidad por los
escándalos de algunos católicos, incluso obispos o sacerdotes. Para otros, es
debido a su modo de organizarse. No faltan quienes acusan a la Iglesia de ofrecer
un mensaje falso.
El segundo presupuesto lleva a
creer que es bueno que la Iglesia empiece a ser creíble, lo cual implica que
debería cambiar su modo de ser y de presentarse ante la gente.
Seguramente este segundo
presupuesto se construye desde un cierto afecto: solo deseamos el cambio a
mejor de una persona porque queremos su bien. Ese afecto lleva, por lo mismo, a
consejos concretos para que la Iglesia mejore hasta llegar un día a hacerse
creíble.
Una serie de problemas surgen
al profundizar en ambos presupuestos. En el primero, porque no todos están de
acuerdo a la hora de señalar en qué aspectos la Iglesia no sería creíble. En el
segundo, porque existen diversos pareceres a la hora de aconsejar a la Iglesia
en qué puntos debería cambiar para mejorar.
Pensemos simplemente, por
poner un punto de gran importancia, en la certeza que tiene la Iglesia católica
de haber sido fundada por Cristo y, por lo tanto, de ser depositaria de una
verdad que vale para todos los seres humanos.
Algunos dicen que tal certeza
es equivocada, incluso peligrosa. ¿No han provocado grandes daños a la gente
quienes suponían tener la verdad de su lado? ¿No es presuntuoso y, por lo
tanto, poco creíble, decir que la Iglesia posee la verdad?
Quienes señalan esto como un
punto a cambiar, no se dan cuenta de que la Iglesia dejaría de ser Iglesia si
renunciase a la certeza que tiene de venir de Cristo. Porque entonces, dejaría
de ser lo que es, y no tendría así ningún sentido su esfuerzo por ofrecer un
mensaje a los hombres y mujeres de nuestro tiempo (y de cualquier otro tiempo).
Hay que reconocer que entre
los católicos hay comportamientos que son dañinos y que van contra el mismo
mensaje cristiano, por lo que se hacen poco creíbles. Pero la Iglesia en sí
misma, ¿tiene que dejar de ser lo que es para aspirar a una aceptación que no
tendría ningún sentido si esa Iglesia se vaciase del mensaje que ha recibido
del mismo Cristo?
Por eso, a la hora de ofrecer
consejos a la Iglesia para que se haga creíble, lo más importante es analizar si
su mensaje tiene un valor y un sentido, si está fundada en algo verdadero, si
su origen se explica desde un Cristo Hijo del Padre, Salvador del mundo y
Vencedor del pecado y de la muerte.
Solo después de responder a la
pregunta sobre el origen de la Iglesia católica valdrá la pena pensar si hay
que ayudarla a hacerse creíble para cualquier ser humano que llegue a conocerla
y se pregunte si su mensaje merece o no merece ser escuchado.