La incierta hora definitiva

P. Fernando Pascual

15-3-2018

 

La enfermedad avanza. La muerte llegará en unos días, semanas o meses. La incertidumbre desconcierta.

 

En esos momentos, deseamos estar cerca del enfermo, acompañarle de la mejor manera posible, aliviar sus dolores, infundirle esperanza.

 

El enfermo también percibe la situación. Ve que los esfuerzos terapéuticos fracasaron. Al final, solo queda el recurso a la medicina paliativa.

 

Los días pasan. El cansancio de una enfermedad terminal desgasta. Pero el ofrecimiento a Dios puede dar sentido al sufrimiento.

 

Algunos no dejan de esperar un cambio repentino en los síntomas, una señal de mejoría, quizá incluso un milagro.

 

Pero otras veces el proceso hacia la muerte parece irresistible. Queda la incógnita del momento. ¿Será mañana? ¿Habrá que esperar varias semanas?

 

La vida humana tiene muchos momentos así, de incertidumbre. La medicina moderna, con todos sus progresos, muchas veces guarda silencio ante la pregunta: ¿cuántos días quedan?

 

Esos momentos de incógnita pueden adquirir sentido con la presencia cercana de familiares, amigos y conocidos, con oraciones llenas de abandono en las manos de Dios.

 

Llega la hora de mirar al cielo. La última palabra la conoce Dios Padre. El enfermo se une, entonces, a la agonía del Hijo Crucificado.

 

Junto a la Cruz estuvo la Madre, María. Junto al lecho, también la Virgen María sostiene y da fuerzas al enfermo, a los familiares y amigos.

 

Al final, llega el momento de las despedidas. Es un "hasta el cielo", desde la confianza que existe una misericordia que, acogida, borra los pecados y nos permite entrar en el Amor eterno...