Cuando la enfermedad abre el
corazón
P. Fernando Pascual
3-3-2018
Cuando llega una enfermedad a
la propia vida, los resultados pueden ser muy variados. Hay quien se
entristece, o quien se angustia, o quien cambia de ritmo, o quien la afronta estoicamente,
o quien la ofrece por los demás.
Entre los efectos, que
dependen de las reacciones de cada uno, hay uno que tiene gran valor: despertar
la sensibilidad para percibir de un modo nuevo, solidario, cercano, la
enfermedad de otros.
Hay ocasiones en las que las
semanas y los meses transcurren en la normalidad. La salud brilla. Las fuerzas
están a disposición. Hay planes, acciones, resultados. Todo marcha sobre
ruedas.
Pero esa normalidad, si no
estamos atentos, puede secar la sensibilidad hasta el punto de no dar la
importancia debida (a veces ni siquiera se percibe) a lo que pasa a nuestro
alrededor, especialmente en tantas personas que sufren en su cuerpo y en su
alma.
Por eso, al llegar a uno mismo
el freno de una fiebre, dolor de garganta, tos molesta, daños en los ojos,
incapacidad para concentrarse, desgana, problemas a la hora de comer, el
corazón puede abrirse a los sufrimientos de otros que hasta ahora parecían casi
insignificantes.
Desde la enfermedad nos damos
un poco cuenta de lo que siente quien visita continuamente médicos y
hospitales, de quien depende de medicinas, de quien siente un cansancio
crónico, de quien está incapacitado por daños físicos irreversibles, de quien
sufre a causa de miedos psíquicos duraderos.
Estos días de cama, o de
dolores, o de visitas a médicos, pueden esponjar el corazón y permitirnos
entrar en el mundo inabarcable del sufrimiento humano. Entonces habrá una mayor
sensibilidad para percibir lo que ocurre en los otros.
Con las fuerzas que siguen a
nuestra disposición, habrá también un deseo sincero por aliviar el dolor ajeno,
como buenos samaritanos. Pediremos por ellos a Dios, y buscaremos compartir
nuestro tiempo y nuestro corazón al estar al lado de tantas personas que viven,
cada día, esas experiencias tan humanas de la enfermedad y el sufrimiento.